Solo una norteamericana a la que Ruth Beitia dobla en edad, la adolescente Cunningham, ha sido capaz de privarle del oro. Tiene 36 años y es una competidora nata que no se cansa de sumar medallas. Ya tiene doce entre Europeos y Mundiales.
Desde que en 2012 decidiera retirarse tras los Juegos Olímpicos de Londres (precisamente es la olímpica la única medalla que se le resiste) para volver meses después con más fuerza, la saltadora cántabra no deja de subir al podio. En Portland lo ha vuelto a hacer para demostrar que es competitiva a más no poder. Una dosis de esa fortaleza mental en la alta competición le vendría bien a cualquiera; y ya no solo para el deporte, sino para afrontar el día a día. “Enséñame a competir, Ruth”, habría que decirle. Había que saltar 1,96 para estar en las medallas y Beitia llegó hasta esa altura tras realizar un concurso impecable. ¿Nervios? Seguro que sí, pero no de los que juegan malas pasadas.
La ‘alumna’ de Ramón Torralbo, con quien lleva literalmente más de media vida, lleva desde 2005 sumando medallas internacionales y dando la cara en las grandes citas. Y la da porque Ruth, además de una gran competidora, es de las que no defrauda al público y acude a todas las competiciones de nivel. Desde 2012, entre citas continentales, mundiales y olímpicas, la saltadora de altura ha obtenido tres primeras plazas, una segunda y dos terceras, siendo un sexto puesto su peor resultado en una competición de tal magnitud.
Insisto: “Ruth, enséñame a competir”.