[UNICEF/Javier Escalada. Colombia] – Las Montañas Sagradas del Cauca (ppt. 420 Mb) |
UNICEF EN COLOMBIA
Soy Javier Escalada Aranguren, 26 años, de Getxo, y estoy trabajando en UNICEF-Colombia desde el año pasado, en el área de Monitoreo y Evaluación, en la que tratamos de ponerle evidencia sólida a las intervenciones que hacemos, damos asistencia técnica a los actores clave del país en torno a la infancia y evaluamos los proyectos en terreno de las cuatro áreas en que trabaja UNICEF en Colombia (Supervivencia y desarrollo infantil; Educación de calidad, desarrollo del adolescente y prevención del VIH/SIDA; Protección y acción humanitaria; Políticas públicas basadas en evidencia) para que las personas beneficiarias y sus comunidades nos cuenten cómo lo estamos haciendo y qué se puede mejorar o replicar en otros lugares. Aunque el trabajo es de oficina, uno siente que vale la pena lo que está haciendo, sobre todo cuando le pone cara a los puros números que analiza cada día en los informes y ve con sus propios ojos las vergonzosas condiciones en que viven millones de niñas y niños en Colombia y la vulneración de sus derechos más básicos.
Este mes de febrero tuve la ocasión de acompañar una evaluación a una estrategia exitosa de UNICEF en varios países, llamada Retorno de la Alegría, de atención primaria en salud mental para niñas, niños y adolescentes afectados por la violencia intrafamiliar, el conflicto armado o desastres naturales. Se aplica mediante una metodología sistémica, vivencial y participativa, en la cual adolescentes y jóvenes voluntarios, que también han sido afectados, se capacitan como terapeutas lúdicos y promueven en los niños y niñas la expresión de pensamientos, sentimientos y emociones a través de herramientas como dibujos, juegos, rondas, canciones, cuentos y títeres. Es una estrategia para el fortalecimiento del tejido social y la movilización de las comunidades más afectadas por la violencia en torno a los derechos de la infancia y ha resultado de gran utilidad para la recuperación psicosocial de los afectados por dichas violencias, la prevención de la vinculación a grupos armados, la reducción de embarazos en adolescentes, de alcoholismo y drogadicción, y la continuidad de maestros en las escuelas.
LAS MONTAÑAS SAGRADAS DEL CAUCA
La evaluación que realizamos fue en resguardos indígenas del norte del Cauca, de etnia Nasa. Fue allí donde observé de primera mano la belleza de este hermoso país y de sus gentes más humildes, así como la escasa presencia del Estado en gran parte de él, como es el caso de las montañas sagradas del Cauca, tomadas por los Grupos Armados Ilegales (GAI, guerrilla y paramilitares, principalmente) en su lucha por el territorio y el narcotráfico. También pude ver a niños y niñas celebrando la llegada del equipo técnico de UNICEF; a jóvenes voluntarios que se habían formado como terapeutas lúdicos y transformado en verdaderos líderes de sus entornos, expresando sus propios sueños y planes de futuro, incluyendo la continuación del trabajo social en sus propias comunidades; a padres de familia agradecidos por la nueva forma de entender y vivir su rol hacia sus hijos; a profesores que al fin encontraban la motivación de ver crecer un alumno y enseñarle sin palo ni castigo, a la vez que aprendían de los propios niños, niñas, adolescentes y jóvenes; a líderes indígenas reconociendo el nuevo ambiente de la comunidad y el mejoramiento del tejido social.
LA RECUPERACIÓN PSICOSOCIAL
Fui afortunado al presenciar verdaderas asambleas comunitarias donde los jóvenes voluntarios, portando sus uniformes del convenio UNICEF-ACIN (Asociación de Cabildos Indígenas del Norte del Cauca), tomaban la palabra ante sus abuelitos, abuelitas y líderes adultos para explicarles lo que habían aprendido y pedirles confianza y oportunidades para seguir trabajando por la comunidad y su infancia, incluso si UNICEF tuviera que salir a otros lugares del país. Entendí que los indígenas son tímidos y reservados, que no les gusta tanto el contacto físico y que los jóvenes apenas tienen tiempo para prepararse o disfrutar como nosotros, pues el paso del niño al adulto es “de una”: apenas están acabando la escuela, ya deben ponerse a trabajar y sacar adelante una familia. Sin embargo, las muestras de afecto entre ellos y hacia nosotros daban cuenta de la verdadera recuperación que estaban viviendo; cuando antiguamente jugaban con agresividad y pintaban armas, ahora se abrazan, dibujan personas cogidas de la mano o temas propios de su cosmovisión indígena, como la luna, la siembra, etc. Incluso me llevé recuerdos genuinos de esta recuperación, al coincidir el día de mi cumpleaños en uno de estos resguardos, pues los niños y niñas escribieron en mi agenda mensajes bonitos, con sus nombres, dibujos y felicitaciones.
Puedo decir que me emocioné comprobando la energía de esas gentes luchando por seguir viviendo dignamente en sus tierras milenarias de las que los grupos armados tratan de expulsarles; el agradecimiento que mostraron hacia UNICEF por ir a ayudarles desde el respeto de sus creencias y costumbres (p.e. se elaboró material en su propia lengua, Nasa Yuwe); y los sueños de los adolescentes y jóvenes de la comunidad, antaño expuestos al reclutamiento de estos grupos y ahorita liderando la armonía e identidad de su pueblo, desde el trabajo con los niños y las niñas. Y la alegría volvió.