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Camino a Puerto Príncipe

DIANA VALCARCEL

15 de febrero. Ayer por la noche llegamos a Santo Domingo. En este momento estamos en el aeropuerto esperando un avión de las fuerzas aéreas de Naciones Unidas, UNHAS, que nos llevará a Puerto Príncipe. Hemos coincidido en la sala de espera con Jacques Boyer, segundo representante de UNICEF en Haití. Boyer, francés de origen, que viene de la oficina de Nepal, fue destinado a Haití hace poco tiempo. Llegó el día 17 de enero, cinco días después del terremoto. Nunca pensó que iba a encontrar el país en esta situación. 47 segundos –lo que duró el terremoto– fueron capaces de transformar Haití, que ya se encontraba en una emergencia silenciosa antes del desastre.

Nos ha contado cosas muy interesantes sobre lo que está haciendo UNICEF en estos últimos días. Me ha llamado la atención cuando ha indicado que es muy importante que las organizaciones humanitarias involucren a los miembros del Gobierno haitiano. “Se debe tener mucha delicadeza en este sentido, porque están muy afectados”.  Describe el espíritu actual del pueblo haitiano como “de gran resignación y mirada al futuro. Son muy pacientes, aunque ese no es su carácter natural porque son muy luchadores y fuertes. Pero es que están abatidos psicológicamente”.

UNICEF tiene abiertos varios frentes de trabajo, entre los que cabe destacar la identificación y el registro de los niños, la construcción de letrinas, un programa de vacunación para 500.000 niños y está comenzando a planificar los aspectos educativos, entre otros.

Una iniciativa que me ha sobrecogido son los “espacios amigos de los bebés”, donde se acoge a las madres que están embarazadas y a las que ya tienen sus bebés para que dispongan de un lugar tranquilo donde amamantarles. “Muchas de ellas han sufrido un trauma tan grande que no les sube la leche”, nos comenta Jacques Boyer.

solidaridad, infancia, protección

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