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Cecilia Casado

A partir de los 50

El cuento de los miércoles. “!Al fin sola!”

 

“Desde que he dejado de trabajar –por imperativos del guión de mi vida- todos los años por estas fechas me pasa lo mismo, que cuando llega el momento de irse de vacaciones mis amigas casadas hacen sus planes con sus respectivas parejas o familias y las que van por libre, las solteras de vocación o divorciadas de devoción, se programan unos viajes tan alucinantes que hay que ser mucho más que la mileurista que yo soy para poder seguirles de cerca. Como siguen trabajando y cobrando sus sueldos enteros llenos de quinquenios y con paga extra, el año que no se van a Birmania se van a Islandia y con Nueva Zelanda en lista de espera. Nada que hacer como no me toque la lotería y (para eso tendría que jugar).

Al final acabaré, como todos los años, en un pueblecito cerca del mar, donde hace calor en vez de frío y llueve tan sólo treinta días al año y nunca en verano. Pero…!me da una pereza ir sola! Bueno, sola, sola, no iría, porque el perro también cuenta de alguna manera…

Todos los años por estas fechas me hago las mismas reflexiones y me amargo un par de días o tres pensando en todo LO MALO que me puede pasar por el hecho de no tener compañía humana que llevarme a la boca. Y de verdad que lo paso mal imaginando un accidente en la carretera producido por el cansancio de conducir yo sola los 800 kms. que me separan del destino. Sin contar con que llevo el coche como la Piquer sus baúles cuando iba a “hacer las Américas”; que si sábanas, que si toallas, que si el ordenador, los libros, la maleta con ropa para un mes, la silla y la sombrilla, la pamela y los abanicos…un auténtico “carromato húngaro”.

Pero esta vez he decidido darle la vuelta al asunto.

Como VOY A IR DE TODAS FORMAS SOLA, he pensado que voy a empezar desde YA a imaginar TODO LO BUENO que me puede pasar por el hecho de no tener compañía humana que llevarme a la boca en vacaciones.

Para empezar, voy a salir de casa sin prisas, sin nadie que me agobie con sus: “¿Pero todavía no estás lista?” o me dé la brasa en el garaje con sus: “¿Pero qué llevas ahí, adónde vamos con tantas cosas?”. Saldré a la hora que me dé la gana y llenaré el coche de todo lo que me apetezca llevar. Incluidos los bastones de hacer marcha nórdica que abultan un montón.

Saldré por la carretera de circunvalación rumbo a la autopista RESPETANDO EL LIMITE DE VELOCIDAD, en vez de tener la bronca que tienen otras de: “¿!Pero no ves que hay un 50?! ¡Que vas a 90 y el radar está ahí mismo!”. O el peor todavía: “Oye, que yo también sé conducir, haz el favor…” y escuchar el consabido: “Quita, quita, ya conduzco yo, que total estoy más acostumbrado que tú”; eso si no te sueltan el odioso “Conduzco yo que tú lo haces FATAL”. Y cuando esté en la autopista pondré el piloto automático a 120 y, ¡hala! A escuchar mi música favorita a toda pastilla sin que nadie me diga “quita eso”. Y luego me cantaré TODAS las de Nino Bravo a voz en cuello. Y si no me quedo ronca luego las de Alaska. Y las de Cecilia, que también me las sé. Pararé cuando tenga ganas de pipí o de tomarme un café, aunque tan sólo haya recorrido los cien primeros kilómetros. Y luego me detendré a comer saliendo de la autopista, a la entrada de algún pueblo, en esos sitios vacíos porque todos los turistas prefieren los bocadillos gomosos de las áreas de servicio en vez de una tapita de ensaladilla casera de un bar de verdad. Y después, si hay que echar una “currusca” con el asiento para atrás, pues mejor que mejor, que el perro vigila que no roben nada.

¿Prisa por llegar? Ninguna. ¿GPS? Ni soñarlo. ¿Silencios ominosos o discusiones a toda velocidad? Menos aún.

Ya me imagino lo bien que voy a estar con el apartamento enterito para mí, el cuarto de baño con mis cremitas, la cocina a mi gusto, con mis comiditas bajas en calorías, ensalada con caprichos todos los días y pasando de cocinar pollos, conejos, costillas y pizzas nocturnas delante de la tele.

Porque esa es otra: la tele. ¿Cómo es posible que la gente siga queriendo ver la televisión cuando está de vacaciones? Es algo que no entenderé en la vida porque creo firmemente que salir del entorno habitual tiene que conllevar el plus añadido de no enfadarse por las mismas cosas, que es lo que suele pasar cuando la gente enchufa la caja tonta, que se te cuelan los telediarios y te van persiguiendo los recortes del Gobierno, las guerras y las barbaridades y, claro está, a ver quién es el guapo que desconecta entonces.

A lo que iba. Que estaré sola. SOLA. Y tendré libertad para ir a la playa si me apetece o quedarme en el jardín leyendo un libro. Que podré hacer la siesta sin tener que hacer la digestión en el coche de camino a la excursión vespertina. Que por la noche, si me molestan los mosquitos, podré echar el flis-flis sin escuchar gritos diciendo: “¡pero qué asco, qué mal huele!”

Y cuando pasee por el puerto deportivo con mi perrito por delante, miraré a las familias coloradotas, helados en ristre, con la bullanga que hacen todos juntos y me sonreiré para mis adentros, pensando…

Me sentaré donde hacen el vermú los del pueblo y me pediré uno “de barrica” con olivas. Nadie me mirará con sonrisa irónica porque no pienso ponerme chanclas ni pantalones cortos ridículos, sino que iré vestida como una mujer normal y corriente, es decir, sin disfrazarme de veraneante de tres al cuarto en un hotel “todo incluido” por cuatro pesetas a cambio de lucir una patética pulserita de plástico en la muñeca.

Y no hablaré con nadie a menos que no quiera hablar. Aunque pegar la hebra con los lugareños tiene su interés y su cosa, porque aprendes muchísimo; por lo menos escuchas palabras diferentes a las habituales. Eso sin contar las posibilidades de ligar con algún “payés ilustrado” de esos que hay en todo pueblo que se precie. O con algún solitario como yo, aunque mucho me temo que está por inventar el hombre que sea capaz de ir de vacaciones solo…y pasárselo bien.

Por la noche me bajaré al chiringuito de la playa a tomarme un mojito con la excusa de pasear al perro. Aunque pensándolo bien…¿para qué diantres necesito yo ninguna excusa? O me daré los largos paseos por la playa con los pies en el agua mirando al horizonte o a las nubes y pensando en las musarañas o en las cigalas a la plancha que me voy a comer al día siguiente.

No sé si me mirarán con cara rara, pero seguramente los demás, tendrán cosas más importantes que hacer que preocuparse de una mujer madura que va sola a todas partes –a veces con su perrillo blanco- con la sonrisa puesta y un brillo de felicidad en los ojos.

¿Qué adónde voy yo sola?  ¡A cualquier parte!”

En fin.

LaAlquimista

Por si alguien desea contactar:

apartirdeloscincuenta@gmail.com

 

 

 

 

Temas

Filosofía de Vida y Reflexiones. Lo que muchos pensamos dicho en voz alta

Sobre el autor

Hay vida después de los 50, doy fe. Incluso hay VIDA con mayúsculas. Aún queda tiempo para desaprender viejas lecciones y aprender otras nuevas; cambiar de piel o reinventarse, dejarse consumir y RENACER. Que cada cual elija su opción. Hablar de los problemas cotidianos sin tabú alguno es la enseña de este blog; con la colaboración de todos seguiremos creciendo.


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