Un amor que se llevó el viento | A partir de los 50 >

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Cecilia Casado

A partir de los 50

Un amor que se llevó el viento

 

Mi sombrero mediterráneo llevaba conmigo varios años. Era un sombrero de hombre, de paja pero con sustancia. Me lo regaló una cabeza bien amueblada que compartió conmigo unas vacaciones y algo más. Él se fue –del Mediterráneo y de mi vida- y se dejó el sombrero. Y como un pequeño y también ridículo homenaje a su recuerdo tan amante y amado seguí cubriendo con lo poco que dejó mis cabellos y protegiendo el rostro del sol en mis largos paseos por la orilla del mar.

En estos últimos años he tenido otros, –sombreros y amantes- pero este viejo y querido sombrero de paja con aires de borsalino, me ha acompañado en algunas de mis añoranzas y el resto de mis sueños al borde del mar. Es lo que tienen los objetos, que avivan el recuerdo, o por lo menos lo mantienen un poquito cuando ya el corazón ha casi olvidado (y sanado) y uno se libera del apego emocional y del abandono y ya cree que puede volver a amar o a ponerse otro sombrero.

Pero esta mañana, al filo de las ocho y media y caminando a paso más que ligero por la arena mojada y compartida con las gaviotas, en dirección a levante y con el sol encegueciéndome, una ráfaga de mistral ha despojado mi cabeza del viejo sombrero que, en un vuelo rápido, alto y airoso –nunca mejor utilizado el adjetivo- ha ido a caer sobre la mar azul y sedosa de primera hora del día.

El reflejo de mi brazo no ha sido suficiente para retenerlo –al igual que en su día tampoco pude retener a su dueño- y le he hecho un gesto rápido de adiós, con sonrisa incluida, y me he quedado parada en la orilla, contemplando cómo se mecía al vaivén armonioso de las olas…

Una pareja que caminaba tras de mí, me ha animado a entrar en el agua y recuperarlo (todavía no estaba lejos de la orilla) y yo les he mirado con la guasa que da la seguridad ante todo lo que se pierde y les he dicho: “¡Qué más da! ¡Si no es más que un sombrero!”

Está bien lo que tiene que ser y ya no me apetece guardar viejos sombreros como fondo de armario veraniego.

Así que he seguido mi paseo, melena al viento, y cuando he retornado a la casa silenciosa lo he hecho con la tranquilidad de saber que no he perdido nada; ni tan siquiera el recuerdo de un sueño o el sueño de un recuerdo.

Esta misma tarde me acercaré al pueblo y me compraré el sombrero más bonito que pueda encontrar. Y lo llenaré con mis pensamientos y se impregnará de mis pequeñas locuras y cada vez que me lo ponga tendré presente lo importante que SOY yo, aquí y ahora, sin echar de menos a nadie. O casi.

En fin.

LaAlquimista

Por si alguien desea contactar:

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Filosofía de Vida y Reflexiones. Lo que muchos pensamos dicho en voz alta

Sobre el autor

Hay vida después de los 50, doy fe. Incluso hay VIDA con mayúsculas. Aún queda tiempo para desaprender viejas lecciones y aprender otras nuevas; cambiar de piel o reinventarse, dejarse consumir y RENACER. Que cada cual elija su opción. Hablar de los problemas cotidianos sin tabú alguno es la enseña de este blog; con la colaboración de todos seguiremos creciendo.


septiembre 2013
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