"Un paseo por las nubes"... pero de verdad | A partir de los 50 >

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Cecilia Casado

A partir de los 50

“Un paseo por las nubes”… pero de verdad

 

 

Me he prometido a mí misma abandonar la queja que me incordiaba  las últimas semanas; ésa de renegar del asfalto, el ladrillo y el cemento que rodea mi hábitat citadino. Si este zapato me aprieta y no puedo comprarme otro siempre me queda la posibilidad de acostumbrarme a andar descalza…

Así que me fui a “recargar las pilas” aceptando la invitación a una excursión por las montañas de Navarra de la mano de mi amigo “el pajarero Juan Goñi” y su http://www.navarraalnatural.es. Sé que salimos desde Narbarte, sé que empezamos a subir la montaña por pistas hacia Gaztelu, pero luego me prendí del olor del bosque, de la luz del paisaje, de los animales que nos permitían compartir con ellos “su casa”, del silencio regalado amistosamente…y dejé de fijarme en los nombres para volcarme en los brazos del paisaje.

 

Los primeros kilómetros los hicimos envueltos en una niebla matinal que me hizo estremecer (de frío). Pero quien bien nos guiaba ya sabía que para llegar a los lugares mágicos hay que atravesar primero caminos inhóspitos; al igual que en la vida transitamos senderos oscuros con la esperanza de hallar la luz más allá de nuestro esfuerzo.

Los inmensos hayedos conformaban imágenes fantasmagóricas en ese tránsito cotidiano de la oscuridad a la luz del sol; sombras rutilantes, perladas del rocío, de la humedad divina que da la vida a esos árboles que resistirán, un invierno más, el frío y la nieve para volver a resurgir con la primavera y una nueva esperanza. Una sencilla sabiduría de la Naturaleza que los humanos no hemos sido capaces de captar en toda su magnitud. Hacemos que llegue el invierno a nuestra vida antes de tiempo, perdemos la ilusión de dar frutos, de cambiar de hojas, de salvar nuestras raíces y, en no pocas ocasiones, dejamos que la savia se seque en nuestro corazón.

 

El árbol no se rinde, el arroyo cristalino busca su camino, las nubes  cubren el bosque pero no impiden coronarlas y llegar hasta la luz del sol que a su vez las cubre a ellas.

 

Siempre me maravilló en los vuelos en avión, contemplar a mis pies ese mar de nubes que separa el sol de las sombras, la fuente de vida de la que dependemos de la vida que habita diez mil metros más abajo… Por encima de las nubes… ¡siempre luce el Sol! ¿Por qué lo olvidamos…?

 

Juan conoce estos caminos de montaña –invadidos ahora por los cazadores que ya preparan su “holocausto” anual contra las aves, los corzos, jabalíes… ¿De dónde saca el hombre el gusto de matar por deporte a los animales que siempre lo han respetado? Supongo que es el mismo y puro instinto ancestral de sentirse “superior” a algo o a alguien y abatirlo para sentir una íntima satisfacción de… ¿qué?

 

Al pie de las montañas sigue habiendo prados naturales que semejan oasis de pureza a pocos kilómetros de la civilización que todo lo contamina. Los animales están tranquilos entre sus alambradas de espino. Seguramente no entienden nada.

 

Un trozo de pan rústico con queso y membrillo por encima de las nubes. ¡Quién imaginó placer igual!

 

Un menhir nos recuerda que la Tierra perdura y es únicamente el hombre quien, en su afán por destruirla, se destruye a sí mismo.

 

Son estos parajes a los que no se puede acceder más que por pistas embarradas por las hojas que van conformando una alfombra difícil de transitar; cada doscientos metros Juan detiene el vehículo, bajamos, nos perdemos entre el bosque, siguiendo el murmullo de una erreka hasta llegar a ella, escondida bajo la luz matinal y con un vaso amarrado a un tronco a su vera: alguien quiso invitar al caminante a probar esa agua fría, clara, que desciende por la garganta en un pequeño acto de purificación interior.

 

Son horas de silencio, los amigos apenas hablamos. Todos por igual estamos en comunión con nuestra Madre Tierra, que sigue viva, eterna, en el bosque desde el que no se escucha el ensordecedor ruido de la civilización.

 

Invadidos por murmullos, brisas, cantos y susurros terminamos por hoy este “paseo por las nubes”.

 

Prometo no volverme a manifestar en contra del bullicio urbano… por lo menos en una semana.

En fin.

LaAlquimista

Por si alguien desea contactar:

apartirdeloscincuenta@gmail.com

 

Fotos: Cecilia Casado 

 

Temas

Filosofía de Vida y Reflexiones. Lo que muchos pensamos dicho en voz alta

Sobre el autor

Hay vida después de los 50, doy fe. Incluso hay VIDA con mayúsculas. Aún queda tiempo para desaprender viejas lecciones y aprender otras nuevas; cambiar de piel o reinventarse, dejarse consumir y RENACER. Que cada cual elija su opción. Hablar de los problemas cotidianos sin tabú alguno es la enseña de este blog; con la colaboración de todos seguiremos creciendo.


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