El cuento de los miércoles. "Me las pagarás" | A partir de los 50 >

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Cecilia Casado

A partir de los 50

El cuento de los miércoles. “Me las pagarás”

 

“Es la tercera vez en una semana que suena el teléfono en mitad de la noche. Ahora ya sabe quién es, lo que quiere, pero no por ello deja de sentir un instante de pánico por el sueño interrumpido bruscamente a timbrazos. Descuelga y escucha la voz susurrante de ella: -Ha vuelto a hacerlo… No puedo más. Le voy a denunciar otra vez…

Isabel vuelve a la cama sabiendo que será imposible retomar el sueño. Nunca pensó que las pesadillas se dieran en la realidad, que no fuera posible despertar para borrar, de un golpe angustioso, el mal sueño. Pero esto es real, aunque ella lleve ya dos meses resistiéndose a creer, atenazada por el miedo.

La historia es vulgar y corriente, ocurre todos los días y muchas veces, ya que no se ha descubierto todavía la forma de controlar el mal, de atajar el daño, de discernir con tino, de juzgar con acierto. Busca en Internet casos similares y los encuentra por docenas, pero lo que no halla es el consuelo de la comprensión: no puede entenderlo por mucho que se esfuerce…

Conoció a Javier en las fiestas del barrio. Fue un flechazo de los de antes y se dejaron llevar por la emoción del momento. Comenzaron a verse los fines de semana; luego añadieron algún día más y ya van de la mano a casi todas partes. Una historia vulgar y corriente. Isabel le contó su pasado –veinte años y poco más- y Javier no dijo nada del suyo; se amparó en un silencio que ella respetó.

Un día Javier apareció con la cara marcada; unos arañazos que no podían esconderse detrás de una excusa trivial. Ni siquiera tenía gato. Y él le contó que existía una mujer con la que había mantenido una relación durante tres años. Una relación que no había podido salir adelante y que él decidió cortar cansado de peleas, disgustos y, sobre todo, de una especie de “deseo de posesión” que ella ejercía sobre él. Ni qué decir tiene que los celos estaban presentes y le amargaron la vida. Por eso la dejó, porque no aguantaba más la persecución constante, el control diario, los reproches, la sensación de estar con una persona que creía que tener una relación afectiva consistía en “apoderarse” del otro.

Pero la mujer despechada se lo avisó, se lo dijo bien claro la última vez que se vieron, cuando él le comunicó que cortaba la relación porque no aguantaba más. –“Me las pagarás”

La primera denuncia falsa ocurrió al poco tiempo de comenzar a salir con Isabel. Apareció con varios moratones, desmelenada, histérica, en el Cuarto de Socorro. De allí la llevaron a declarar. Luego la curaron y sedaron. Pero antes de calmarse firmó la denuncia contra él. Y al día siguiente se presentó en la tienda donde trabajaba Isabel y, a voz en cuello, le contó a ella –y a todos los clientes- que eso es lo que le esperaba, los malos tratos, las palizas, si seguía saliendo con ese hombre violento.

Javier ha pasado ya dos noches en comisaría por dos denuncias falsas en su contra. Su abogado le dice que tenga paciencia, que el tiempo le dará la razón, que el Juez no es tonto y sabrá diferenciar una denuncia verdadera de una agresión falsa, que esto pasa todos los días…

Mientras tanto, Isabel no sabe cómo desembarazarse de la trágica “ex” que lo mismo la espera a la salida del trabajo, como le llama a casa a altas horas de la noche. Ha intentado hablar con ella y ve lo que Javier no quiso nunca ver: el desequilibrio emocional de una mujer dependiente, amargada, despechada y rencorosa.

Ese “me las pagarás” se está cumpliendo inexorablemente. Javier ya ha comenzado a tener problemas en su trabajo. Ya está avisado: un funcionario público no puede estar incurso en ningún proceso por malos tratos. La presunción de inocencia sólo sirve para las películas y ni siquiera eso. Sus padres le amparan, pero sus amigos comienzan a dudar. Isabel ha cortado la relación taxativamente. La (in)Justicia sigue su camino…”

En fin.

LaAlquimista

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Filosofía de Vida y Reflexiones. Lo que muchos pensamos dicho en voz alta

Sobre el autor

Hay vida después de los 50, doy fe. Incluso hay VIDA con mayúsculas. Aún queda tiempo para desaprender viejas lecciones y aprender otras nuevas; cambiar de piel o reinventarse, dejarse consumir y RENACER. Que cada cual elija su opción. Hablar de los problemas cotidianos sin tabú alguno es la enseña de este blog; con la colaboración de todos seguiremos creciendo.


septiembre 2013
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