Crecimiento personal. "La trampa de las expectativas" | A partir de los 50 >

Blogs

Cecilia Casado

A partir de los 50

Crecimiento personal. “La trampa de las expectativas”

 

“Bienaventurados los que nada esperan porque nunca se verán decepcionados”, dicen por ahí y en parte no les falta razón.

¿Cómo conseguir que la mente o el corazón no esperen algo bueno?

¿No es acaso lícito suponer que vamos a poder ofrecer lo mejor de nosotros mismos?

En no pocas ocasiones he sufrido una gran decepción por haber desarrollado expectativas que luego no se han correspondido con la realidad y eso me ha hecho daño, qué duda cabe, pero también me ha suscitado la reflexión, el parón necesario para analizar dónde he metido la pata.

Imaginemos que asistimos ilusionados a una función de ballet. Nos sentimos bien por tener la posibilidad de disfrutar de una representación artística que nuestro espíritu valora. Hemos pagado el dinero del tique de entrada. Y allí vamos, felices y contentos. Sin embargo, comprobamos consternados que el espectáculo nos desagrada. ¡Pero si en el programa pone “El lago de los cisnes” y todos van vestidos con harapos! No nos hemos fijado, en nuestra emoción primigenia, que la compañía era una de esas de “vanguardia”, de ballet alternativo, rompedor, iconoclasta y estrafalario.

¿No eran acaso lícitas nuestras expectativas de disfrute? Pero ¿quién es responsable de nuestra decepción…?

Así ocurre tantas y tantas veces en las relaciones interpersonales, que vamos por la vida convencidos de que “los demás” van a responder a nuestras expectativas de atención, amistad, cariño, entrega y honestidad en la forma y medida en que nosotros esperamos de ellos. Porque no nos cabe en la cabeza que una persona a la que hemos tratado con delicadeza nos ofrezca un exabrupto como moneda de cambio; nos cuesta aceptar que, a cambio de amistosa entrega, se nos pague con antipático desapego. Es decir, nos habita la esperanza de conseguir lo deseado, nuestra lógica nos invita a considerar la posibilidad razonable de que, lo bueno por suceder, suceda.

Si me voy una semana de vacaciones es justo albergar la expectativa de que el disfrute me acompañe…de una manera o de otra.

Sin embargo, somos infelices la mayoría de las veces porque no se cumplen nuestras expectativas de vida. Fallan las personas, (fallamos nosotros), fallan las previsiones, hasta las del tiempo inclusive…

Cuando me intentan razonar, poniéndonos serios, de que no hay que tener expectativas en la vida…me revuelvo por dentro aunque me quede silenciosa en ese momento.

¿De dónde nos viene esa idea de que no tenemos que esperar nada de la vida, de los demás, si queremos ser felices y estar tranquilos?

¿Es mejor matar el deseo para evitar la decepción?

¿Lícito borrar el sueño por no caer en el abrupto despertar?

La trampa que yo veo –la trampa en la que he caído- es la de intentar borrar esa “expectativa” para así eludir el dolor de la frustración.

Así que decido seguir sintiendo que la amistad que ofrezco va a ser aceptada, que las ilusiones propias dan sentido al latir de mi corazón… Quiero seguir teniendo expectativas –y muchas- sobre las personas, la vida y todo lo bueno que puede ocurrir. Porque lo malo, la posible oscuridad y el desgarro, no son el sueño que quiero tener.

En fin.

LaAlquimista

Por si alguien desea contactar:

apartirdeloscincuenta@gmail.com

Serie  “Fragile”. Amanda Arruti.

 

Temas

Filosofía de Vida y Reflexiones. Lo que muchos pensamos dicho en voz alta

Sobre el autor

Hay vida después de los 50, doy fe. Incluso hay VIDA con mayúsculas. Aún queda tiempo para desaprender viejas lecciones y aprender otras nuevas; cambiar de piel o reinventarse, dejarse consumir y RENACER. Que cada cual elija su opción. Hablar de los problemas cotidianos sin tabú alguno es la enseña de este blog; con la colaboración de todos seguiremos creciendo.


septiembre 2013
MTWTFSS
      1
2345678
9101112131415
16171819202122
23242526272829
30