Este fin de semana ha sido cansado en lo emocional. En vez de transcurrir los días de asueto por los senderos del descanso, del dolce far niente o de la diversión cultural o social me he visto abocada a transitar por un sendero abrupto lleno de piedras (y para colmo sin el calzado adecuado).
¿Qué significa eso realmente? Pues que he tenido que bregar con emociones encontradas, que se han peleado entre sí y amontonado unas con otras sin orden ni concierto. Un batiburrillo de pensamientos y actos que me han dejado para el arrastre. O casi.
Lo digo bien claro en el título del post de hoy, lunes: acuso el cansancio. Y no es físico ni consecuencia de la estupenda fiesta que el sábado dio una querida amiga para celebrar su cumpleaños, que una noche larga de juerga, risas y bastante alcohol todavía la resisto con bastante alegría incluida la resaca posterior, sino del otro, de ese cansancio vital que te hace pararte a observar, pensar y, maldita sea, entristecerte.
El tema gira alrededor de este blog y de las supuestas alegrías o sinsabores que me proporciona mantenerlo vivo tres veces por semana contando la vida desde la óptica de una mujer adulta de más de cincuenta años que vive, goza y sufre como una mujer más, del montón. Con vaivenes afectivos –divorciada por dos veces-, con amores lejanos –mis dos hijas a miles de kms. de distancia en lo físico-, prejubilada gracias a la incompetencia de los gobernantes, sin perro que me ladre –perdona Elur, no va contigo la cosa- e intentando ser moderadamente feliz con las cartas que me han tocado en suerte.
Me puse a escribir hace ya más de seis años y he aprendido más en este tiempo que en el resto de mi biografía, lo que hace un esfuerzo titánico, una especie de maratón cuando ya mis músculos están desentrenados, cuando la fuerza vital está en declive, cuando lo único que se mantiene en su sitio –mal que bien- son las neuronas, benditas ellas que resisten más que mi alma.
Me produce cansancio tener que soportar el egoísmo ajeno además del egoísmo propio con el que llevo peleando toda mi vida. Me cansa emocionalmente ver cómo mis esfuerzos son baldíos aplastados por la ausencia de esfuerzo de las personas que consideran que tienen derecho a tomar lo que yo doy sin considerar que a mí también me vendría bien recibir lo que ellos generosamente quisieran darme.
¿Hacemos siempre las cosas esperando recibir algo a cambio? ¡Por supuesto que no, por supuesto que no! Somos generosos más o menos en la medida en que nuestra naturaleza nos lo permite –unos más que otros- y somos “amigos de nuestros amigos” apañándonos como podemos; unas veces con éxito y otras metiendo la pata.
No soy mejor que nadie; ni peor que nadie tampoco. Pero estoy en el candelero cada vez que publico un post en este blog –y lo comparto en Facebook- y esa decisión mía de compartir parte de mi vida y de mis circunstancias colateralmente con el espacio virtual, decisión libre totalmente, hace que quienes leen mis palabras se arroguen el derecho de contestarme de la forma que les dé la gana. Unos con educación, cariño, empatía y respeto; otros apisonando mis emociones con una falta total de educación, cariño, empatía y respeto.
Cometo mis errores sin dármelas de nada. Me falta humildad la mayoría de las veces aunque me espoleo para rectificar e intentar evolucionar un poquito como persona. Hablo de mi persona con espíritu crítico y con una tendencia descarada a reirme de mí misma –que es la única manera de soportar luego las burlas de los demás.
Pero me abruma el cansancio de ver cómo entre más de trece mil personas que han leído este blog durante el fin de semana–tan sólo en DV.com- no he sido capaz de suscitar reacciones ni comentarios públicos más que en grado mínimo, mientras que los emails recibidos en privado han desbordado la bandeja de entrada virtual, si es que esto es posible. Un par de amigos –de esos que nunca fallan- han estado ahí, el resto…
No sé qué lectura tengo que darle a este asunto; tampoco puedo esperar que los lectores de este post del lunes me den la solución. En realidad escribo hoy tan sólo para contar esto: que estoy cansada.
En fin.
LaAlquimista
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