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Cecilia Casado

A partir de los 50

Adiós Yucatán, hasta la próxima.

 

Puerto Progreso es la playa más próxima a Mérida, capital de Yucatán. La tildan de “fea” porque se abarrota de gente que no es “guapa”, pero a mí y a conejito viajero nos deparó una jornada deliciosa, con larguísimo baño en sus aguas azules, ceviche y mero frito al borde del mar, siesta reparadora a la sombra y una puesta de sol pintada con la misma emoción que cualquiera otra en cualquier lugar del planeta. Cuestión de saber disfrutar el instante.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Adiós Plaza Grande de mis ratos tranquilos observando el paisaje y el paisanaje; simpáticos asientos “tú y yo” que sólo he podido usar en modelo “yo”, pero que me siguen pareciendo pintorescos.

 

 

 

 

 

 

Hasta la próxima visita, señor limpiazapatos a cuya sombra pasé muchos ratos y que me regalaba su sempiterna sonrisa mientras hacía su trabajo de la manera más digna del mundo.

 

 

 

 

 

 

 Volveré a contemplar los puestos de venta de chucherías fritas, alimento “indispensable” de la dieta yucateca, gente que come a todas horas y en todas partes.

Dulces imposibles de imaginar y prohibidos por mi particular “religión alimenticia”, más que nada para evitar la famosa “maldición de Monctezuma” que afecta a turistas y visitantes no avezados.

 Hasta dentro de unos meses, Mérida ruidosa, vocinglera, caótica de gente y de vida, ubérrima en calor y exuberancia, donde las gentes amables pelean con los conductores agresivos y cualquier situación se puede convertir en paradoja divertida, contradicción pasmosa o simplemente coletazo de un surrealismo que sigue vivo aunque haya que saber identificarlo.

 

Panadería andante, contraste entre los vehículos americanizados del Norte y los “vochos” (Volkswagen escarabajo) del Centro y del Sur, barrera universal entre los ricos y los pobres, entre los descendientes de aquellos españoles invasores y los descendientes puros (aunque les llamen despectivamente “mestizos”) de aquellos mayas que no se dejaron dominar ni conquistar.

 

 

 

 Adiós a mis vasos mayestáticos de horchata de arroz helada, un placer cotidiano que difícilmente podré igualar en otras tierras.

 

 

Adiós al Mercado y sus puestos imposibles, a la algarabía vivificadora, a la experiencia de comprar jitomates sin química en su piel, a las mandarinas feas y sabrosas, a los chiles de mil colores y un único y ardoroso picor,

a las verduras de la huerta sin brillo ni label de calidad pero sanas, buenas, naturales y denostadas por los turistas.

 

 

Adiós Mérida y adiós con el corazón porque con el alma no puedo a mis hijas y a mi nieta, que se quedan allí, en ese rincón soleado del mundo mientras yo vuelvo a mi lluvia y mis montes, al txoko que me reconforta, a mi perrillo Elur que es mi amor más fiel y a mi gente amada sin la que no podría vivir feliz.

Porque marchar para volver es el destino de cualquier odiseo, creer que el viaje es el camino y una vez tocada una nueva tierra descubrir que siempre habrá una penélope esperando nuestro regreso y que para llegar a este discernimiento tan sólo hay que empezar a caminar, a navegar, a volar… Voy y vengo y mientras tanto…me entretengo y aprendo a amar.

En fin.

LaAlquimista

Por si alguien desea contactar:

apartirdeloscincuenta@gmail.com

Fotos: Cecilia Casado

 

 

Temas

Filosofía de Vida y Reflexiones. Lo que muchos pensamos dicho en voz alta

Sobre el autor

Hay vida después de los 50, doy fe. Incluso hay VIDA con mayúsculas. Aún queda tiempo para desaprender viejas lecciones y aprender otras nuevas; cambiar de piel o reinventarse, dejarse consumir y RENACER. Que cada cual elija su opción. Hablar de los problemas cotidianos sin tabú alguno es la enseña de este blog; con la colaboración de todos seguiremos creciendo.


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