La idea que voy a compartir no me pertenece, la he visto desarrollada en otro lugar e incluso se me permitió participar en una ocasión. Y me pareció tan luminosa, tan llena de acierto, generosidad y empatía que no he parado hasta intentar darle forma también a mi manera y ver si en estas latitudes puede funcionar.
Se trata, sencillamente, de hacer un “Círculo de mujeres”, pequeño y discreto, donde las participantes puedan expresar en libertad confiada las congojas que les apenan o los deseos que tienen por realizar. Un espacio sin luces ni taquígrafos en el que la voz nuestra, la voz de la mujer, sea escuchada por otras mujeres iguales a nosotras en todo. Madres o hijas, esposas o novias, maduras o jóvenes, tituladas todas en la “Universidad de la vida” –que es donde no dan títulos pero más se aprende.
Sé que puede funcionar tanto como terapia como un simple tiempo de relajación, dependiendo cada vez de la energía que aporte cada componente del grupo; a veces habrá muchas risas y otras serán las lágrimas las que vendrán de visita: todo es posible y además aprovechable.
Estoy hablando de reunirnos el “Círculo de Mujeres” de forma periódica en horario vespertino (a determinar) en un lugar privado y sencillo de la ciudad de San Sebastián. Estoy hablando de que cualquier mujer que desee participar, aportando su experiencia, hablando o escuchando con la más absoluta y ética confidencialidad, pueda acudir y encontrar nuevas amigas, nuevas compañeras para nutrirse mutuamente de la sabiduría que nos va dando la vida y ser un poco más felices.
Algunas habrá que se apunten por mera curiosidad, otras porque les parece buena la idea; en cualquier caso, con que empecemos un pequeño grupo será suficiente. Sin más coste que el regalo de nuestro tiempo y la palabra, con todo el beneficio que se puede obtener de sabernos partícipes de un “Círculo” que nos es favorable, íntimo y provechoso.
La primera vez que acudí invitada a formar parte de un “Círculo de mujeres” me mantuve un poco “distante” porque quería ver realmente de qué iba aquello. Había recurrido a “San Google” para informarme y topé con muchísimas páginas web –casi todas de Latinoamérica- que se remitían a ritos ancestrales, a sabiduría “de otro tiempo” y, sobre todo, mucho ritual con velas, flores, música y baile tribal. Aparecieron catorce mujeres, todas desconocidas entre sí, que respondían al anuncio que les invitaba a participar –como estoy haciendo yo ahora. Cuando fuimos tomando la palabra se hallaron juntas la “profesional familiar” junto a la “profesional laboral”, quedando desplegado el abanico casi completo de todos los roles de la mujer en esta sociedad. La maravilla se fue mostrando al descubrir que, tengas la edad que tengas, las mujeres hemos pasado a lo largo de nuestra existencia por similares vicisitudes.
Lo primero porque todas hemos sido HIJAS y esa condición nos ha marcado de por vida; algunas con dolor y muchas con más pena que gloria. Después hemos ido buscando nuestro camino, bien siguiendo el esquema social/familiar establecido, bien alejándonos un poco de la norma y siendo –o pretendiendo ser- diferentes. Pero cualquiera que haya sido nuestro destino seguimos teniendo mucho en común; tanto que deberíamos compartirlo.
Mi dirección de correo electrónico está a disposición de quienes deseen más información sobre esta idea y para las que den el paso al frente de apuntarse a la primera reunión.
Sin esoterismo alguno, con la espiritualidad justa y precisa que aporte cada una y con los pies siempre en la tierra. Un lugar para hablar y ser escuchadas. Nada más. Y nada menos. Como unas amigas que se juntan para tomar café pero con plena conciencia de lo que hacemos. A ver qué sale de todo esto…
En fin.
LaAlquimista
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