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Cecilia Casado

A partir de los 50

A vueltas con los perros

 

Vive conmigo y cuido de él, un pequeño bichón maltés de casi nueve años, llamado Elur, mi perrito guapo. Lo nuestro comenzó hace ya cuatro años y creo que va para largo: nos soportamos bien y no nos hacemos reproches. Dicho esto, entro a por uvas.

Cuando fui aprendiza en lides perrunas me dejé aconsejar por quienes tenían en su haber la experiencia que a mí me faltaba: me marcaron pautas de adaptación –mía al perro y viceversa- y me mostraron las normas y reglas de convivencia con un perro en el medio urbano. Lo primero de todo, (me enseñaron) llevar SIEMPRE al perro con correa. Por muchos motivos, desde luego; porque es preceptivo y además porque es lo mejor para el chucho que en cuanto olisquea a una posible novia sale escopeteado y échele usted un galgo o cruza una calle con el riesgo de provocar un accidente y que, encima, te lo destripen. Ningún problema: correa al canto.

Lo segundo que me enseñaron fue que “si el perro es mío, lo que suelta también”: es decir, a recoger –te guste o no te guste- las heces de allá donde tenga a bien depositarlas el animalito. También lo acepto civilizadamente.

Y poco más; cumplir con vacunaciones y procurar que no estorbe a los seres humanos con los que se cruza en su camino porque tengo muy claro que en una escala de valores ponderada, un ser humano está por encima de cualquier animal, digan lo que digan los que “ladran” diciendo que su perro es “mejor” que muchas personas. Luego está, por supuesto, el tema personal entre él y yo, que los mimos y cariños que cada uno quiera dar a su perro es algo que forma parte de la “intimidad familiar”.

Pero el tema no es de puertas para adentro sino en el exterior, en los espacios ciudadanos –urbanos casi todos- donde interactúan personas y perros intentando coexistir pacíficamente. Ahí es donde ya no tengo las cosas tan claras porque una cosa es lo que se supone que tenemos que hacer y otra muy distinta lo que veo que se hace. Para empezar ya he conocido a todos los vecinos del barrio que tienen perro y que “pasan olímpicamente” de llevarlo atado; de hecho, algunos ni tan siquiera le ponen una correa para disimular. Cuando hablé con algunos de ellos sobre el tema me lo dejaron bien claro: “mi perro va suelto porque yo lo quiero y punto”.  También tengo fichados a otros vecinos con perro que miran hacia otro lado cuando su chucho “excrementa” vilmente jardines y parques, espacios  compartidos la mayoría de las veces con niños que juegan alrededor. Estos son –al interpelarlos- los que opinan que la mierda perruna es “abono” para la hierba. Está claro que confunden cánidos con bóvidos, carnívoros con herbívoros, pero cualquiera les dice nada.

Ni qué decir tiene que, ilusa de mí, cuando me dijeron que podía ir con el perrillo a la playa fuera de temporada, le planteé a Elur el tema como si fuera irnos de excursión. Allá llegamos y a los cinco minutos mi pobre perro de cuatro kgs. huía despavorido de toda una jauría de perrazos “que no hacen nada, sólo quieren jugar”, -al decir de sus dueños- que en la báscula hubieran dado más de 35 kgs. Eso sin contar con que, con tanta carrera sueltos lejos de sus amos, iban perlando la arena invernal de montones de excrementos que, obviamente, nadie se preocupaba de recoger: como mucho taparlos con la arena y que luego se lo lleve la marea. Vaya asco, sinceramente.

Así las cosas diré que estoy ya un poco hartita de formar parte de esa “rara especie” de propietarios de perros que CUMPLEN LAS NORMAS, tienen sentido cívico para con los demás y para colmo nos estamos llevando la etiqueta de “intransigentes” frente a quienes se piensan que los perros tienen los mismos derechos que los humanos…incluso alguno más.

¡Qué se le va a hacer si no hay espacios en la ciudad para que el perro corra según su naturaleza! Eso se piensa antes de tenerlo y si no para eso está el campo, que no tiene puertas. No creo que sea obligación del Ayuntamiento comprender que un perro no puede estar encerrado todo el día en un piso de 80m2 sino responsabilidad del propietario sacarlo a pasear aunque sea atado.

Estamos demasiado acostumbrados a querer que las cosas sean como a nosotros nos conviene que sean y, si no es así, hacer de nuestra capa un sayo y pasarnos por el forro toda la Ordenanza Municipal pisoteando el respeto que se les debe a los demás… tengan o no tengan perro.

Bueno, ya pueden empezar a lanzar dardos, venablos y pedradas varias que llevo una semana estupenda y no me cuesta nada ponerme en “modo zen”.

En fin.

*Este jueves en Etb2, en el programa “Sin ir más lejos”, habrá un debate sobre el tema. A las 16.30h.

LaAlquimista

Foto: Elur en el coche con su cinturón de seguridad

Por si alguien desea contactar:

apartirdeloscincuenta@gmail.com

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Filosofía de Vida y Reflexiones. Lo que muchos pensamos dicho en voz alta

Sobre el autor

Hay vida después de los 50, doy fe. Incluso hay VIDA con mayúsculas. Aún queda tiempo para desaprender viejas lecciones y aprender otras nuevas; cambiar de piel o reinventarse, dejarse consumir y RENACER. Que cada cual elija su opción. Hablar de los problemas cotidianos sin tabú alguno es la enseña de este blog; con la colaboración de todos seguiremos creciendo.


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