Qué bien que vivimos en un tiempo en el que la química está al servicio de la física y nos pone parches (literal) cuando las revoluciones van desacelerando -todas las revoluciones, que conste. Porque antes-antes, ya se sabía, cuando a una mujer le venía ‘la retirada’ –suena a claudicación de ejército, ¿acaso lo sea?-, pues quedaba fuera de combate para muchas cosas. El marido se tenía que aguantar los sofocos y los dolores de cabeza y esperar él mismo, aterrorizado, a que le llegara su turno.
Pero si ellos tienen la Viagra, nosotras tenemos las hormonas. De diseño, sintetizadas, francesas, suizas o americanas (del Norte), en cualquiera de sus formas, el TRH (Tratamiento de Reemplazo Hormonal) nos pone las pilas a las de cincuenta y… pasa lo que pasa, que sobrepasamos el límite de velocidad. Que las ganas vuelven. Sí, vuelven a bombo y platillo, no como el hijo pródigo sino como los hijos a casa por Navidad, llenos de regalos, sonrisas, alegría y muchísimas ganas de pasárselo bien.
Y ellos, -‘los contrarios’– si no han acompañado al médico a ‘su señora’ se quedan a cuadros.
– Pero…¿de dónde le salen a ésta estos furores que antes no tenía? Fijo que se ha echado un ‘querido’, pero…no, hombre qué va, imposible, si mi mujer sólo tiene ojos para mí… Entonces… ¿cómo es que está tan guapa de repente? Y contenta, que en vez de montarme la pirula porque me quedo dormido delante de la tele después de cenar, me despierta metiéndome mano, me empuja a la cama y…!que tengo que madrugar mañana…!
Y bueno, pues eso, que estamos de un florecido las ‘chicas hormonables’ que lo percibe todo el personal que hay por la calle, en el trabajo, en el súper, en el bar… ¡
Dicho queda como aviso a navegantes.
En fin.
LaAlquimista
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