Sardinas con mantequilla | A partir de los 50 >

Blogs

Cecilia Casado

A partir de los 50

Sardinas con mantequilla

 

Hay algo curioso que me pasa según voy cumpliendo años: en vez de cuadricularme de arriba abajo voy como diluyendo mis contornos y ampliando la profundidad de campo. Es decir, que mi capacidad de adaptación al entorno se amplía en vez de reducirse; sí, ya sé que soy un caso extraño, que lo habitual suele ser que uno vaya volviéndose estricto, rarito y todas esas cosas, pero qué le voy a hacer.

El caso es que mi estadía primaveral en el bosque del país vecino me  llevó a compartir usos y costumbres típicos de la tierra con algunos de sus habitantes y de paso me ha llenado las alforjas de temas para este blog. No son críticas sino simples comentarios, es bueno recabar opiniones diferentes sobre lo que uno ve según su prisma porque aunque tan solo nos separe una línea imaginaria con otro país están más que arraigadas las costumbres cotidianas que no podrían ser jamás desplazadas dos centímetros ni con un bulldozer tamaño extra grande.

En el aspecto culinario chocamos de frente por mucho que ellos los franceses ahora digan que hacen buenísima la “paëlla”; no sé, no he tenido ocasión de probarla, aunque la ví en “traiteurs” de comida para llevar, bien amarilla, con trozos de chorizo y guisantes mutantes, salchichas, alas de pollo y mejillones. También se han vuelto expertos en “gaspacho” y hasta le dan al calimocho. Es lo que tiene la globalización, que usurpan los “derechos de autor” de lo español sin renunciar a su “copyright” de todo lo eminentemente francés: ellos son los únicos que hacen bien las crêpes, el Parmentier, la Vichysoisse, y el Cordon Bleu.

Pero a lo que voy.

¿Por qué me ponían cara como de asquito cuando, a la hora del desayuno, me veían comer con deleite pan tostado con aceite y una briznita de sal? ¿Aceite para desayunar en vez de mantequilla refinada, procesada y coloreada? Como si fuera una cavernícola me miraban con condescendencia… Mi simplicidad al aliñar una ensalada se daba de bofetadas con su aliño a base de mostaza, pimienta, aceite y vinagre del oscuro. Que no digo yo que no esté rico, pero al final quiero que el tomate sepa a tomate no a mostaza de Dijon con picante. O la pelea a la hora de comer mejillones (que me gustan muchísimo), porque me empeñaba en hacerlos al vapor y añadirles un poco de limón, aceitito y perejil en vez de crema fresca con mostaza, pimienta y mantequilla. Eso sin contar con las dichosas “frites”, que parece que es plato nacional el “moules & frites” y no son más que patatas congeladas de esas que dan en los sitios de fast food.

También me dieron ostras con pimienta, pan y mantequilla y tuve que sonreir para comérmelas en plan tostada de desayuno y llenarme la tripa de pan en vez de tan deliciosos bibalvos. El día que tocó sardinas ya no pude aguantar más y puse cara de susto cuando vi que ponían al fuego una sartén plena de mantequilla y ahí lanzaban las sardinas que se cocieron con un olorcillo dulzón para rociarlas después con bien de pimienta y sal. Yo me comí mi ración pero me daban arcadas, lo juro, me sentí fatal porque no quería parecer desagradecida, aunque al final se me notó el desagrado y tuve que escuchar el típico: “¡qué raros sois los españoles!”

¿Ah, sí, somos raros los españoles? Vaya, vaya, vaya… Que si comemos a la hora de merendar y cenamos a la hora de dormir, que si hacemos siestas de dos horas y comemos demasiado, que si nos pasamos la vida en los bares y en las terrazas y obligamos al comercio a abrir hasta horas imposibles (en vez de cerrarlo todo a cal y canto a las 12 del día o a las 7 de la tarde).

¿Ah, sí, somos TAN raros los españoles que esto se peta de franceses día sí y día también que vienen a comer a nuestros horarios y hacer las compras en nuestros comercios?

Qué fácil es criticar lo ajeno, lo diferente, parapetarse tras lo conocido que nos da seguridad y decir que no hay quien aguante las costumbres de casa del vecino y, lo peor de todo, juzgarlas y condenarlas. Y por eso, porque es tan fácil… todos lo hacemos.

Lo dicho; ni el mono que comí en India, ni la serpiente que comí en el Norte de Africa, ni los chapulines mexicanos. Nada me había dado tanto asco al paladar como las sardinas con mantequilla. Pero me las comí, con un par.

En fin.

LaAlquimista

Por si alguien desea contactar:

apartirdeloscincuenta@gmail.com

Temas

Filosofía de Vida y Reflexiones. Lo que muchos pensamos dicho en voz alta

Sobre el autor

Hay vida después de los 50, doy fe. Incluso hay VIDA con mayúsculas. Aún queda tiempo para desaprender viejas lecciones y aprender otras nuevas; cambiar de piel o reinventarse, dejarse consumir y RENACER. Que cada cual elija su opción. Hablar de los problemas cotidianos sin tabú alguno es la enseña de este blog; con la colaboración de todos seguiremos creciendo.


agosto 2016
MTWTFSS
1234567
891011121314
15161718192021
22232425262728
293031