Los malos amigos están camuflados entre los buenos. Como una seta que parece comestible y es algo venenosilla y no la identificas hasta que te la has comido y tu estómago reacciona y entonces sí, entonces caes en la cuenta de que era aquélla, la que tenía una pinta un poco extraña, pero como estaba justo al lado de las buenas te la has comido también.
Yo no tengo ningún amigo malo, de eso soy más que consciente, porque cuando alguno ha habido se ha descubierto a sí mismo junto con la faena (incluso a veces ‘putada’) que me ha hecho y bueno, pues cuando todo sale a la luz ya no se sostiene la amistad y yo soy de las que sale por piernas cuando disparan con balín.
Digo estas cosas porque el otro día una amiga me exponía sus dudas sobre la supuesta amistad de una tercera persona y yo le decía:
–“A ver, ¿te ha tratado mal alguna vez? ¿Ha hecho labor de zapa contigo? ¿Piensas que sus sonrisas son fingidas?”, a lo que ella respondía, -“No, no, nada de eso, pero…es que no me cae bien”.
Cómo enjuiciamos y miramos con lupa la forma en que nos tratan los demás, sus palabras, sus gestos, sus actitudes y se nos olvida mirarnos en el espejo… ¡Qué fácil es sentirse herido por las “ofensas” de los demás y pasar por alto los “feos” que nosotros hacemos…¡
Porque la realidad es que cuando no nos apetece estar con una persona, si no nos nace compartir nuestro tiempo con ella…deberíamos autoexcluirnos humildemente del círculo en el que orbita. Por coherencia, honestidad y por aquello de que no quieras para los demás lo que no quieres para ti. A ver si resulta que somos nosotros los ‘malos amigos’ y no nos damos cuenta.
No creo que sea mala cosa dejar que “corra el aire” cuando ves que una relación no fluye porque es bien sabido que el tiempo nos pone a todos en nuestro lugar. Voy a pensar en esto mientras me como un pan tostado con tomate y jamón.
Felices los felices.
LaAlquimista
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