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Cecilia Casado

A partir de los 50

Un perro es un perro

Ya conté en su día que tuve que hacerme cargo de un bichón maltés heredado. Es decir, que era de mi madre y cuando ella se cansó de atenderlo malamente me lo “endilgó” por las buenas; viendo la situación de emergencia accedí a quedarme con él transitoriamente hasta hallarle un acomodo más efectivo ya que por mis circunstancias personales -el trabajo- no me consideraba la persona más adecuada para ocuparme de Elur, que entonces tenía cuatro años de macho vivaz y juguetón.
Sin embargo, pasaron los años y Elur siguió conmigo hasta que la muerte (la suya, a los doce años) nos separó. ¿Por qué? Pues porque un ser vivo merece mi respeto, porque si en su día me responsabilicé de su VIDA no podía abandonarlo cuando se puso enfermo de verdad.

Tener un perro –o comprarse o regalarse un animal de compañía- no debería ser jamás un capricho de niño ni de persona mayor. Es un SER VIVO que tiene derecho a ser cuidado, respetado, atendido…no únicamente tratado como un juguete que cuando ha dejado de ser novedad se le arrincona sin más atención que bajarlo dos veces al día a la calle durante quince minutos y el resto del tiempo que esté encerrado en un piso, en una esquina de la cocina o del baño, como mucho en el balcón para que le dé el aire.

Nada sabía del cuidado y atención de los perros domésticos porque jamás en casa nos lo permitieron. Resulta bastante lógico pues, que con más de cincuenta años y cuando recibí “el regalo no solicitado”, no supiera muy bien qué hacer con él. Así que seguí los consejos de quienes sabían más que yo.
Lo primero que me llamó la atención es lo que considero un tópico: -“El perro te da mucho cariño y te hace mucha compañía”. ¿Cómo es esto posible? –pensaba yo intrigada-, porque a mí, de siempre, el cariño y la compañía me la han dado las personas…

Posteriormente he descubierto que hay personas que ADORAN a SUS perros y, obviamente, ésas son las que tienen más motivos para hablar de esa manera. Supongo que es algo que tiene que ver con el “uso y la costumbre” de quienes han compartido su espacio con animales domésticos desde siempre, en ambiente rural o en la ciudad y que consideran por pleno derecho al perro como el mejor amigo del hombre.

Pero también he conocido a muchísimas personas que aman a los perros porque estos SUPLEN la presencia de seres humanos. Personas mayores que viven solas y que no tienen con quién hablar, hablan con el perro. Personas solitarias que no comparten afectos con nadie más se involucran en una relación de cariño profundo con el perro. (O con un gato)
Y también muchas parejas que no tienen hijos y se compran un perro. O hasta las que ya no se hablan y se “alivian” sintiendo que, al volver a casa, el único que se alegra de su vuelta y les recibe alegremente, no es el cónyuge o los hijos, sino el perro. Terrible. Patético.

Es decir, de alguna manera, sustituyen el contacto del ser humano por el del perro. Algunos lo harán porque “a la fuerza ahorcan”, porque no tienen con quién vivir, por soltería, viudedad o elección de soledad. Otros, porque consideran la presencia de un animal en sus vidas como un “plus”, un regalo, una forma más de expresar y compartir el cariño hacia los demás.
Entre los primeros y los últimos hay un gran abismo. Unos basan su relación con el perro en el egoismo –lo que obtienen de él- y otros la centran en la generosidad –lo que dan y comparten con el perro.

Hay una gran diferencia entre unos y otros. Con un perro se pueden crear VÍNCULOS fortísimos que llevarán a la persona a quererlo tanto o más que a otros humanos circundantes, aunque siempre me ha parecido exagerado cuando alguien manifiesta que PREFIERE la compañía de un perro a la de una persona. (Dejemos a un lado a los humanos insoportables). Pero encuentro doloroso mantener una relación afectiva con un perro –o gato- únicamente para paliar la soledad o la ausencia de otros afectos. La compañía la entiendo como una manera de compartir la vida: hablando, sintiendo, curioseando con los demás.
-“No quiero hablarle a mi perrillo como si fuera el único ser vivo que me quiere en este mundo. No quiero quedarme en casa en su compañía en vez de estar con otros de mi género. Que es el humano.”
Lo dije entonces y lo digo ahora –fallecido Elur- que cuido intermitentemente de la chihuahua Gaia de tres años de mi hija pequeña.

Que la compañía que yo quiero es la de mis congéneres. Que el cariño que necesito es el de los seres humanos. Que no me resignaré a tener únicamente por compañía a un perro –o gato- ni a recibir tan sólo su amor y lametones. Que hay que luchar por ello y no confundir las cosas. Ni a un perro con un humano.

Felices los felices, con o sin perro.

LaAlquimista

Por si alguien desea contactar:
apartirdeloscincuenta@gmail.com

Filosofía de Vida y Reflexiones. Lo que muchos pensamos dicho en voz alta

Sobre el autor

Hay vida después de los 50, doy fe. Incluso hay VIDA con mayúsculas. Aún queda tiempo para desaprender viejas lecciones y aprender otras nuevas; cambiar de piel o reinventarse, dejarse consumir y RENACER. Que cada cual elija su opción. Hablar de los problemas cotidianos sin tabú alguno es la enseña de este blog; con la colaboración de todos seguiremos creciendo.


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