Me junté con unos amigos para un rato de charla y picoteo en una terraza del barrio. Me tocó sentarme enfocando la vista a los contenedores de basura que adornaban la calle y, claro, pues en vez de centrarme en la cerveza y la tortilla de patatas se me iba la vista al “espectáculo” de trasiego de basuras.
A la vuelta de la esquina hay un supermercado DIA –lo sé por el carro y el material que desechaban- y llegó el mozo pizpireto empujándolo, repleto de basura, cajas de cartón y bolsas negras. Todo, sin encomendarse a ningún dios ni a ningún diablo, lo arrojó al contenedor donde pone “Resto”, despreciando el azul y el amarillo para la carga de cajas de cartón y envoltorios de plástico.
No habían pasado ni dos minutos cuando empezaron a rondar el contenedor –primero una, luego otra y finalmente otra más- varias mujeres provistas de carrito de la compra y gancho con pulpo. Metieron medio cuerpo en el contenedor y fueron sacando lo que suscitaba su interés: redes de limones, pizzas y otros envases plásticos con productos supuestamente perecederos (y perecidos) en su interior.
Al señalarlo a mis amigos surgieron los comentarios inevitables: que si es denunciable lo que hacen los del supermercado, que si es muchísimo más preocupante que la gente coma lo que saca de la basura, que si la desigualdad, que si viven de ello, que si saca otra ronda que esta se nos ha atragantado. Y Cecilia, por favor, cambia de sitio y deja de dar el parte.
Pues eso. Que felices los felices.
LaAlquimista
*Imagen sacada de Internet
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