Cuento más de una docena -entre amigos y conocidos- que en su momento eligieron libremente no reproducirse, ir de alguna manera en contra de la riada social que arrastra a la mayoría de humanos sentenciándolos a una supuesta condición de “ciudadanos de segunda” por no tienen hijos que llevarse a la boca.
El tema está más que hablado –esa presión religiosa, familiar, social- que nos ha puesto contra la pared -sobre todo a las mujeres- a las generaciones precedentes y a todas las actuales que todavía están sin saber por dónde les da el aire.
Recuerdo haberles explicado a mis hijas cuando todavía llevaban coletitas, que “jamás te arrepentirás de haber tenido hijos” y que “jamás te arrepentirás de NO haberlos tenido”. Lo uno y su contrario en la misma saca, una figura retórica a medio camino entre la paradoja y el oxímoron para explicar que “todo tiene su explicación según cómo se mire” y que es mejor hacer lo que a uno le nace desde dentro… aunque no sea un bebé llorón y demandante.
Yo tuve hijos, dos en diez años y de proveedor diferente, pero también podía no haberlos tenido y seguramente sería igual de feliz o infeliz que soy ahora porque los hijos no son determinantes para el desarrollo maduro del ser humano sino, simplemente, la consecución de un deseo, la consecuencia de un despiste o el daño añadido de una violación.
Lo que quiero expresar antes de que se me hagan los sesos gelatina y me enrede con palabras y conceptos es que lo mismo me da que me da lo mismo.
Las amigas que tengo que renunciaron desde siempre a criar retoños son tan felices o desdichadas como las que utilizamos el útero para “perpetuar la especie” y creer que cumplíamos con nuestro deber.
Las amigas que tengo que no tienen hijos se han evitado quebraderos de cabeza que nos persiguen como hienas –riendo, eso sí- a quienes sí los tenemos. Todas y todos estamos en la misma pista de baile, aunque algunos se quedan sentados mirando cómo a otros les llenan de pisotones.
Cada vez comprendo más y juzgo menos –porque se ha juzgado y condenado, vaya que sí- a quienes optan por no traer a este mundo cruel a criaturas inocentes abocándolas al sufrimiento. Aunque se acabe el mundo. Y si se acaba, pues mejor, porque prefiero que muera por falta de relevo que por que nos hemos aniquilado los unos a los otros.
Y felices los felices, malgré tout.
LaAlquimista
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