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Cecilia Casado

A partir de los 50

Septiembre, ese mes

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De niña y adolescente, odiaba el mes de septiembre. Supongo que era porque odiaba la rutina disciplinaria de madrugar, ir al colegio, volver del colegio, hacer los deberes, cenar todas las noches lo mismo, acostarme pronto para recuperar las fuerzas (que no la ilusión) y vuelta a empezar al día siguiente. Nueve meses como losas en el calendario hasta que junio volviera, como todos los años, a rescatarme.

Esa supuesta “ilusión” de reencontrar a las compañeras de clase –la mayoría insoportablemente alineadas y alienadas-, ese temor –casi siempre certero- de que monjas y profesores seguirían ese curso igual de poco felices que el anterior y lo pagarían con quien a mano estuviera, mayormente una alumna rebelde o una sumisa. Septiembre de uniforme a estrenar o con el dobladillo absurdamente largo o ridículamente corto. Forrando los libros con un hosco papel azul tinta, sin que estuviera de moda todavía que te compraran una cartera nueva o un estuche con sus lápices Alpino –para eso había que esperar a los Reyes y así se mataban dos pájaros de un tiro. Septiembre donde dejaba de ser “Ceci” para convertirme en “Casado”.

Pero no quiero escribir un post de añoranzas o lamentos nostálgicos sino compartir la idea de que, cada año, cada nuevo mes de Septiembre, “empezamos nuevo curso en lo estrictamente personal y emocional”.

Ahora puede ser el momento para cambiar la rutina de tantos lustros, abrir la puerta a ese sueño que pugna por salir, darle un tirón a la cuerda invisible que nos ataba a una noria que tan solo existe en nuestra mente y nuestro conformar.

Septiembre, el mes de los divorcios por excelencia, -separaciones sentimentales, profesionales, vitales-, un tiempo en que (¿por qué no?) está abierta la “matrícula” para poner en práctica ilusiones almacenadas, el momento de buscar un sitio, una plaza que lleve nuestro nombre y poder, de una vez por todas, cumplir ese deseo, que no es que estuviera oculto sino relegado por mor de circunstancias, responsabilidades y limitaciones.

Septiembre es un folio –qué digo un folio, una resma entera- en blanco donde empezar despacio y con buena letra a escribir la etapa de la calma, el momento larguísimo de la lucidez, el tiempo irremediable de volver a la casilla de salida pasando por la postal de palmeras y mar azul o reposando en una suite de Bach.

Con más de cincuenta años, con los sesenta cumplidos, con la jubilación llamando a la puerta –o dentro ya de la casa interior-, Septiembre nos abre sus brazos.
Nunca habrá otro mes como este. Ni un día como el de hoy para tomar decisiones, comprar un billete o escribir una carta de amor…o de despedida.

Para este “nuevo curso” voy a intentar que sea “nuevo” lo más posible. Empezando por mí misma, sin ir más lejos. Tengo muchas ideas danzando entre mi corazón y mi mente.

Felices los felices.

LaAlquimista

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Por si alguien desea contactar:
apartirdeloscincuenta@gmail.com

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Filosofía de Vida y Reflexiones. Lo que muchos pensamos dicho en voz alta

Sobre el autor

Hay vida después de los 50, doy fe. Incluso hay VIDA con mayúsculas. Aún queda tiempo para desaprender viejas lecciones y aprender otras nuevas; cambiar de piel o reinventarse, dejarse consumir y RENACER. Que cada cual elija su opción. Hablar de los problemas cotidianos sin tabú alguno es la enseña de este blog; con la colaboración de todos seguiremos creciendo.


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