Esa supuesta “ilusión” de reencontrar a las compañeras de clase –la mayoría insoportablemente alineadas y alienadas-, ese temor –casi siempre certero- de que monjas y profesores seguirían ese curso igual de poco felices que el anterior y lo pagarían con quien a mano estuviera, mayormente una alumna rebelde o una sumisa. Septiembre de uniforme a estrenar o con el dobladillo absurdamente largo o ridículamente corto. Forrando los libros con un hosco papel azul tinta, sin que estuviera de moda todavía que te compraran una cartera nueva o un estuche con sus lápices Alpino –para eso había que esperar a los Reyes y así se mataban dos pájaros de un tiro. Septiembre donde dejaba de ser “Ceci” para convertirme en “Casado”.
Pero no quiero escribir un post de añoranzas o lamentos nostálgicos sino compartir la idea de que, cada año, cada nuevo mes de Septiembre, “empezamos nuevo curso en lo estrictamente personal y emocional”.
Ahora puede ser el momento para cambiar la rutina de tantos lustros, abrir la puerta a ese sueño que pugna por salir, darle un tirón a la cuerda invisible que nos ataba a una noria que tan solo existe en nuestra mente y nuestro conformar.
Septiembre, el mes de los divorcios por excelencia, -separaciones sentimentales, profesionales, vitales-, un tiempo en que (¿por qué no?) está abierta la “matrícula” para poner en práctica ilusiones almacenadas, el momento de buscar un sitio, una plaza que lleve nuestro nombre y poder, de una vez por todas, cumplir ese deseo, que no es que estuviera oculto sino relegado por mor de circunstancias, responsabilidades y limitaciones.
Septiembre es un folio –qué digo un folio, una resma entera- en blanco donde empezar despacio y con buena letra a escribir la etapa de la calma, el momento larguísimo de la lucidez, el tiempo irremediable de volver a la casilla de salida pasando por la postal de palmeras y mar azul o reposando en una suite de Bach.
Con más de cincuenta años, con los sesenta cumplidos, con la jubilación llamando a la puerta –o dentro ya de la casa interior-, Septiembre nos abre sus brazos.
Nunca habrá otro mes como este. Ni un día como el de hoy para tomar decisiones, comprar un billete o escribir una carta de amor…o de despedida.
Para este “nuevo curso” voy a intentar que sea “nuevo” lo más posible. Empezando por mí misma, sin ir más lejos. Tengo muchas ideas danzando entre mi corazón y mi mente.
Felices los felices.
LaAlquimista
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