En España no existe un límite de edad para conducir y esto es la verdad que dice la Ley y punto pelota. Dicen que se está estudiando controlar a la población conductora de más de 65 años con restricciones al renovar el permiso y pruebas físicas o psíquicas más exhaustivas. Pero tan sólo lo “dicen”, no lo hacen.
Así que voy a relatar –previa autorización- el caso que me cuenta una amiga sobre lo ocurrido con su padre de 92 años (NOVENTA Y DOS) al ir a renovar el Permiso de Conducción en la provincia de Guipúzcoa.
En el Centro de Reconocimiento Médico donde fue acompañándole se quedaron a cuadros al conocer la edad del interfecto, así que se supone que empezarían a mirarle los sentidos (vista, oído) con lupa por aquello del riesgo de expedir una autorización a quien podría ser un peligro para la circulación en general y para la vida del prójimo en particular.
Las pruebas de oído son ridículas porque las pasa cualquiera; basta con levantar el dedo o apretar un botón cuando “crees” que escuchas el pitido agudo o el sonido grave. Las de la vista se las salta un galgo porque te hacen leer las mismas letras de toda la vida en idéntica posición. Si quieres, te las sabes de memoria.
Pero la gracia está en que el “examinando” puede mentir descaradamente sin que se le afloje un músculo y sin que el médico –porque tiene que ser un Doctor en Medicina quien dé el visto bueno al Certificado para la renovación del carnet- le exija pruebas de lo que asevera.
A la pregunta de: “¿qué medicación toma usted?” la respuesta fue: NINGUNA. Y la hija acompañante casi se cae de la silla porque es ella misma la que le administra a su padre más de media docena de pastillas al día.
A la pregunta de: “¿Cuántos kilómetros conduce usted al año?” la respuesta fue: “POCOS” y más sobresalto familiar puesto que su padre hace varios años que NO TIENE COCHE y obviamente NO CONDUCE EN ABSOLUTO. Precisamente fueron los hijos los que le “prohibieron” seguir conduciendo por los despistes que tenía y el riesgo potencial que era para sí mismo y para los demás, y para curarse en salud “le quitaron el coche y lo vendieron”.
Así que, después de las risas y tal, vamos a echarnos las manos a la cabeza porque le firmaron el APTO (con restricciones por la falta de reflejos, eso sí) y el buen anciano salió hinchando pecho y rejuvenecido como veinte años del centro donde le renovaron el carnet de conducir… porque él lo valía.
Hacerse trampas al solitario no tiene gracia alguna. La bronca que tendrían en casa, me imagino que tampoco.
Felices los felices.
LaAlquimista
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