Cuando tengo un viaje en lontananza voy vigilando la app del tiempo con mirada escrutadora para saber a qué atenerme. Entonces hago una lista larga con todo lo que creo que voy a necesitar y cuando faltan tres o cuatro días vuelco medio armario encima de la cama de invitados. –“Esto va bien con esto y le añado algo más”. Saco la ropa de chichinabo y la de ponerme guapa; lo de la higiene y el botiquín. El recado de escribir, el de leer y el antifaz por si hay demasiada luz. Muchas gafas de sol y gorras. Pendientes y collares, cinturones y fulares a los que soy adicta; y calzado cómodo de colores. La documentación y el “cash”, que prefiero regalarle a un quinqui 50€ en mano que tener que darle la clave de la visa a punta de pincho. Lo dejo todo extendido, en una especie de “batiburrillo de mercadillo”. Y me voy a la cama tranquilamente.
Al día siguiente observo el metro cúbico de cosas y doy comienzo a la escabechina: “esto no, esto tampoco, esto me sobra y si me falta algo ya me lo compraré”. La mitad de las cosas –no exagero- vuelven al redil-armario porque ya no tengo “maletronco”, -que murió en Japón- sino maleta normal y corriente. Menos peso, alivio de lumbares. Voy tachando de la lista para que no se me olvide lo importante y dándole al “delete” a todo lo que no llevaré.
Y ahora viene el buen consejo desinteresado de una experta: no hagáis ni caso de esos “reels” de gente comprimiendo ropa “al vacío” para meter todo el armario en una maleta de cabina. Ni a quienes lo enrollan todo y les caben los rollos del Antiguo Testamento y la Torá en un “trolley” de 50 cms. Es falso. En cuanto metes dos vaqueros, cuatro camisetas y el neceser y los zapatos ya no entra nada más por mucho que te empeñes. El truco puede estar en llevar encima puesto el jersey, el chaleco, el plumi y encima el abrigo. Entonces, sí. Y la gorra por debajo de la capucha de la sudadera…
Tengo la edad ideal para abominar de los “por si acaso” y me centro en el placer de ir ligera de equipaje. Nunca me falta nada y eso que antes me sobraban mil cosas. Ahora puedo encogerme de hombros y acogerme a la filosofía del “me la sopla”. Que ya no tengo ganas de viajar acarreando algo parecido al “Baúl de la Piquer”
Con las maletas –por fin- me pasa igual que con la vida: que no necesito más que cuatro cosas para transitarla. Y me caben en el corazón.
Felices los felices.
LaAlquimista
Te invito a visitar mi página en Facebook.
https://www.facebook.com/apartirdelos50/
Por si alguien desea contactar:
apartirdeloscincuenta@gmail.com