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Cecilia Casado

A partir de los 50

Todo es mejor en “Modo Zen”

Reconozco que soy muy rarita para la cosa esta de la socialización, que solo me apunto cuando tengo el ánimo proclive y no me siento presionada, porque si me dicen de quedar a tomar un café a las diez de la mañana porque es la hora en que la otra persona sale del gimnasio (y le viene bien) y resulta que a mí lo que me gusta es pasar las mañanas en silencio y mirando al mar, diré que lo siento, que es mi “momento zen”.

Dar paseos mañaneros con alguien que padece verborragia, -y no le importa compartirla- reduce el placer inherente a la caminata hasta tirarlo directamente en el pozo del aburrimiento. El paisaje hay que respirarlo, hacerle un guiño agradecido a la naturaleza, llevar puesta toda la atención en los pasos, en el cuerpo, en lo que se siente… por si te despistas y te tropiezas y te rompes el fémur o lo que sea que se rompe a cierta edad si te das un trompazo. Lo dicho: la cháchara lo emborrona todo.

Así que mi escudo inexpugnable si me proponen un plan que no me mola es proclamar que estoy en “modo zen”, que mi mente me pide silencio y mi cuerpo soledad, que por las mañanas “yo trabajo”… en lo mío. Y sin pedir perdón por guiar mi vida por el camino que más me agrada.

Y lo he tenido que ampliar también a las tardes, incluso en este “mi otro mar”, donde a falta de contactos personales, sí tengo cobertura telefónica por la que me entran cuitas, me descargan miserias o me llaman fingiendo que se interesan por mí, con el consabido “¿qué tal estás?” y tener que acabar escuchando con pelos y señales cómo está (de mal y todo lo que le duele) quien ha llamado. Lo dicho: le he puesto a mi móvil un “modo zen” –además del “modo avión”- con el que se vuelve sordomudo y no salta ni el contestador.

En realidad la cuestión de fondo es bien otra: ¿Por qué creerá la gente que las que nos gusta estar solas nos aburrimos y tienen que venir a rescatarnos…? Eso me confesó ayer tarde el dueño del bar de enfrente, cuando supo –previo tercer grado inquisitivo de mi situación, caña y aceitunas mediante- que estaba sola en el apartamento, vamos, sin perro que me ladre ni marido que me gruña. –“¿Quieres dar un paseo en moto?, ¿Vamos a cenar a Salou?, ¡Que son las fiestas en Tarragona!”, mientras se me van erizando los pelos de las cejas recordando mis tiempos moteros y el accidente que me tuvo cinco meses de baja, las hordas teutonas y británicas que colonizaron Salou hace lustros y cómo he huido de las fiestas vascas para caer en las sardanas catalanas… En fin. Ya le dije: “Modo Zen” y creo que todavía lo está mirando en Google.

Podría parecer que me he apuntado a una secta pseudo misántropa y no es así. Tan sólo utilizo las herramientas a mi alcance –la más efectiva venirme un par de veces al año a “mi otro mar”- para escuchar mi voz interior, reflexionar sobre la actitud que necesito alcanzar para hacer frente a los contratiempos de la vida y, ya puestos, disfrutar de un entorno hermoso y tranquilo. Tengo derecho ¿no?

Pues eso, felices los felices, que no es tan difícil de entender.

LaAlquimista

Filosofía de Vida y Reflexiones. Lo que muchos pensamos dicho en voz alta

Sobre el autor

Hay vida después de los 50, doy fe. Incluso hay VIDA con mayúsculas. Aún queda tiempo para desaprender viejas lecciones y aprender otras nuevas; cambiar de piel o reinventarse, dejarse consumir y RENACER. Que cada cual elija su opción. Hablar de los problemas cotidianos sin tabú alguno es la enseña de este blog; con la colaboración de todos seguiremos creciendo.


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