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Cecilia Casado

A partir de los 50

De turismo por Donostia (I)

Como la vida viene y va, te da y te quita y no sabes lo que será de ti mañana mismo, cazo al vuelo la oportunidad que ahora mismo se centra en atraer desde Valencia a una buena y nueva –ese es otro tema- amiga a mi “feudo” donostiarra.

Me pongo las pilas y le hago un “free tour” personal e intransferible –sin desear más propina al final que las buenas vibraciones compartidas- empezando un domingo con un frío siberiano y un sol radiante.

Soy feliz fardando de mi ciudad, contando las pequeñas historias que me contaba mi aitona y que mucho me temo distorsionan vilmente los guías del paraguas de colores que van arrastrando un rebaño de poco atentos visitantes.

Hemos subido en ascensor al muro de San Bartolomé para tener una vista diferente del “área romántica” arquitectónica y le cuento las penurias pasadas en el colegio –reconvertido en hotel-. Dan las doce del día y suena la sirena que tan bien conocemos los de aquí y que nada tiene que ver con alarmas bélicas sino con la gracieta de una céntrica relojería que la hace sonar a la hora del ángelus, lo que hacía a finales del siglo XIX un cañón situado en la Plaza de Guipúzcoa.

Le cuento cómo vinieron arquitectos parisinos a dejar su impronta en memorables edificios aunque sucesivos alcaldes se hayan empeñado en desposeer a la ciudad de este legado. Le explico el por qué hay quien se empeña desde hace años en tener la ciudad “desmantelada” por culpa de obras “pseudo-faraónicas” y poco prácticas.

Nos acomodamos en la barandilla del “marco incomparable” y le dejo a mi amiga que se empape de tanta belleza. Tuerce el gesto frente a la noria pero se le alegran los ojillos junto al carrusel de la Belle Époque en el que mi madre, yo misma y mis hijas dimos tantas vueltas alborozadas.

El puerto, el Paseo Nuevo, Lo Viejo, “La Consti” y su historia taurina, poco a poco voy desgranando mis vivencias y recuerdos y alguna que otra nostalgia.

Y luego a comer bien, como está mandado, el café reposado en la cafetería de un hotel acogedor y bien caliente –qué frío hacía, por todos los dioses- y el último paseo frente a la puesta del sol. Ocho horas dando vueltas por la ciudad rematadas con una buena sesión de cine…de sofá y mantita.

Mañana más y mejor si resisten las piernas, ya que el buen humor lo tenemos de sobra.

Felices las felices y las que no nos quedamos en casa ni aunque nos aten.

LaAlquimista

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Filosofía de Vida y Reflexiones. Lo que muchos pensamos dicho en voz alta

Sobre el autor

Hay vida después de los 50, doy fe. Incluso hay VIDA con mayúsculas. Aún queda tiempo para desaprender viejas lecciones y aprender otras nuevas; cambiar de piel o reinventarse, dejarse consumir y RENACER. Que cada cual elija su opción. Hablar de los problemas cotidianos sin tabú alguno es la enseña de este blog; con la colaboración de todos seguiremos creciendo.


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