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Cecilia Casado

A partir de los 50

Ya que gastamos, gastemos bien

Que en fechas navideñas nos empujan y manipulan para derrochar nuestros dineros –sean estos pocos o muchos- es cuestión que ya ha sido desmenuzada por todos los expertos habidos y por haber. Desde economistas hasta sociólogos, pasando por la sabiduría de la abuela que recuerda otros tiempos y el “cuñao” de turno, ya nos avisan de que vamos a cometer el mismo error de todos los años.

Visto así y asumido lo inevitable, hay una rendija por la que se puede colar la inteligencia personal y darle al consumismo un cierto respiro; y no es otra que la de comprar a quien más necesita vender.

Que seguramente no serán esas empresas textiles que copan los mercados con prendas caras fabricadas por pseudo-esclavos en lejanos países, ni esas cadenas de perfumerías y productos mágicos de belleza que han surgido como champiñones. Ni mucho menos los hiper-gigantes de la venta on-line que venden mierdas de colores y “brillibrilli” y que te lo traen a casa hasta el domingo por la mañana.

Los que sí necesitan mantenerse son “los comercios de toda la vida” que, desgraciadamente, están pasando medio moribundos. Y ahí es donde podríamos dejar nuestro dinero estas navidades, a la vez que les ayudamos a subsistir otro año más. Detrás de estos comercios están familias que tienen que alimentar a sus hijos, pagar la hipoteca, llevarlos a estudiar, vestirlos y darles de comer dignamente.

¿Por qué nos empeñamos en hacer más millonarios a los que ya son multimillonarios?

¿Por qué pensamos que será más feliz la madre/abuela si le regalamos una colonia de 100€? Los regalos caros están ahí para que los compren aquellos que ganan miles de euros al mes, no deberíamos meternos en esa charca.

¿Por qué no miramos alrededor y le hacemos el pequeño favor a la perfumería del barrio que tiene que vender hasta lejía para no bajar la persiana? ¿O a esa librería que vende los libros junto los periódicos, revistas y chucherías sacando lo justo para pagar el alquiler y las cuotas de Autónomos?

¿Y la comida, y los dulces y turrones…? En tu barrio, bien cerca de tu casa, seguro que hay un “colmado” que vende mucho ganando poco y donde no se llenan carros hasta arriba sino cestillos con lo justo.

Y no nos dejemos engañar “como chinos” –qué frase más fea, pido disculpas-, por esos “bazares chinos” que tienen de todo a precio un poco más barato que lo que está fabricado y homologado en Europa, de una calidad miserable y que ha venido en contenedores desde la tierra del ficticio Fu Manchú. Esos tampoco necesitan nuestro dinero. El personal chino que gestiona esas macro-tiendas no son los dueños sino grandes empresas de su país que pisotean la economía de Europa.

Ve a la pastelería que no pertenezca a un “obrador franquicia” que todo lo mete al horno congelado y lo vende como si hubieran estado amasando el pan, los bollos y las tartas de madrugada.

Compra la ropa en la “boutique” que lleva sobreviviendo años a base de ganar lo justo y un poquito más. Y los zapatos en la zapatería de la esquina que los vende de piel y hechos en España.

Y las tiendas de “comercio justo” donde hay piezas artesanales, únicas y preciosas para regalar adornos y complementos. Y chocolates y cafés únicos en el mundo. O las de objetos “vintage” –que quiere decir de 2ª mano- para darle otra vida a la ropa y cuyos beneficios no van a parar a una cuenta en Suiza.

Sin olvidarnos de artistas y artesanos cercanos que ponen a nuestra disposición su arte en forma de piezas únicas y a precio más que justo.

Serán granitos de arena para calmar la picazón de la mala conciencia.

También se puede ser coherente con el pensamiento propio y crítico y no tirar en absoluto la casa por la ventana: comer cosas ricas, pero sin que desborden de la mesa. Hacer regalitos “testimoniales” y a los niños empezarles a educar en valores no-consumistas.

Por supuesto que el que prefiera tener el brazo más largo que la manga, pedir un crédito para poder comprar muchas cosas o gastarse los ahorros de todo el año en quince días, pues allá cada cual. Los millonarios del mundo se lo agradecerán viendo como aumenta lo suyo en la Bolsa, subiendo los precios o pagando menos a sus empleados, después de encargarse el nuevo mega-yate o un jet privado con cama redonda y jacuzzi.

Felices los felices.

LaAlquimista

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Filosofía de Vida y Reflexiones. Lo que muchos pensamos dicho en voz alta

Sobre el autor

Hay vida después de los 50, doy fe. Incluso hay VIDA con mayúsculas. Aún queda tiempo para desaprender viejas lecciones y aprender otras nuevas; cambiar de piel o reinventarse, dejarse consumir y RENACER. Que cada cual elija su opción. Hablar de los problemas cotidianos sin tabú alguno es la enseña de este blog; con la colaboración de todos seguiremos creciendo.


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