Estoy leyendo un enjundioso ensayo sobre la vejez y el envejecimiento; obviamente escrito por un experto en la materia: Javier Yanguas, Gerontólogo y Doctor en Psicología, además de donostiarra que es un “puntito” más. Y de mi generación para completar el currículum.

El caso es que hacía mucho tiempo que no me dejaba atrapar por el típico libro que parece haber sido escrito para “vender humo” a quien no sabe por dónde le da el aire y grande es mi sorpresa y agradecido mi comentario.

De todo lo que propugna, cuenta y resume me he quedado con lo que más me ha convenido –claro está-, que no es otra cosa que la “desvinculación” que realizan las personas que después de jubilarse encaran el proyecto vital de “matricularse en la vejez”. Una desvinculación que a todos los niveles puede ocurrir: profesional, familiar y social, pero siempre encaminada a dar un golpe de timón y empezar a “mirar hacia adentro”.

Me sorprendo cuando leo palabras que definen al milímetro mi sentir y mi pensamiento. Concordancias que me hacen leer con más énfasis todavía lo que escribe el escritor.

Ya sé que lo fácil es que nos digan lo que queremos escuchar y que somos más proclives a dar valor al discurso que refleja el íntimo pensamiento. En este caso, Yanguas ha dado en el clavo, en MI clavo.

He ido desvinculándome por iniciativa propia y desde hace varios años de aquellos paradigmas sobre la vejez que la sociedad capitalista nos ha intentado –y conseguido- vender. Que si el “envejecimiento activo” para tener a todos los viejos yendo al gimnasio “para mayores”, asistiendo a cursos y talleres ocupacionales hueros en sí mismos. Envejecimiento activo colaborando con la sociedad y el Estado en ayudas a los hijos, a los nietos y cumpliendo labores que deberían ser remuneradas por ser un trabajo activo.

¡Me río yo de ese tramposo “envejecimiento activo! Y también me sonrío cuando quieren meter a los viejos a “viajar y a conocer” en esos viajes tumultuosos y “low cost” que se pagan con los impuestos de todos. Porque, a ver, no nos engañemos: los viejos tienen pasta para gastar y tienen que consumir para contribuir a la economía. Los viejos votan y no lo olvidan los que intentan manipular a los nueve millones y medio de pensionistas que hay en este país.

Pero lo que se olvida en el camino es que hay una “nueva vejez” a la que quiero apuntarme sin saber que ya llevo muchas lecciones aprendidas de antemano. Necesitamos mirar hacia nuestro interior en vez de a cualquier pantalla que nos pongan delante. Necesitamos valorar lo que SOMOS en vez de lo que la sociedad quiere hacernos VALER.

Y sobre todo, necesitamos DESCANSAR de las consignas sociales. ¿Vida sana y ejercicio? Para ese viaje yo no necesito alforjas ni gimnasios ni centros de yoga o acuagym. La meditación silenciosa en casa, los paseos por la naturaleza y una “gastroterapia” compartida de vez en cuando con alguna buena amiga es más que suficiente. El resto, es manipulación.

Envejecer con dignidad es otro disparate imposible si la enfermedad te invade. Envejecer con dignidad es un eslogan publicitario para vender cosas. La vejez es como la infancia, la juventud o la madurez, una etapa MÁS de la vida y como cada una de ellas tiene sus luces y sus sombras.

La senectud es ahora mismo mi “proyecto de vida”, teniendo presente que es la penúltima etapa y no la última. La última se llama “ancianidad” y ando todavía muy lejos del bastón, el andador o la silla de ruedas. Sin prisas, por favor.

Felices los felices.

LaAlquimista

• “Pasos hacia una nueva vejez” de Javier Yanguas. (2021) Editorial Destino

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