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Cecilia Casado

A partir de los 50

Proyecto de vida. Otro más

Ahora que se acaba el año 2025, uno de los más vergonzosos para el ser humano que no ha parado de matar y masacrar a los más débiles, y teniendo en cuenta la edad provecta que me acecha y acorrala, me he propuesto marcarme un “nuevo proyecto de vida”.

Sí, a mis años, ya digo. He decidido no instalarme en la comodidad inane de dejarme arrastrar por las circunstancias personales sino pergeñar un camino diferente por el que ahora quiero transitar. ¿Por cuánto tiempo? Ah, “mon ami”, chi lo sa…

Para llevar a cabo cualquier proyecto hay que sentar unas bases mínimas: capacidad, posibilidad y proyección a corto/medio plazo, así que me voy a quedar con el “corto plazo” por aquello de no dilapidar el capital de tiempo que teóricamente figura en mi haber.

Hay un cambio fundamental en este planteamiento personal, no queriendo más ir “hacia afuera” sino enfocar mi trabajo en construir “hacia adentro”. Es decir: cambio largos viajes en avión a la otra punta del mundo por intensas reflexiones sin necesidad de salir de mi ciudad. Igual es porque siento que ya “he visto mucho mundo” y después de media docena de pasaportes llego a la conclusión de que todos en todas partes, iguales.

Me han decepcionado los europeos tanto como los asiáticos; los latinos igual que los africanos y lo que me ha conmovido de países ajenos ha sido la naturaleza, la cultura y la obra inmensa del hombre. Pero a nivel cercano, en el tú a tú mirándonos a la cara… me he sentido “atacada” en mi dignidad en cualquier lugar del mundo y reflejada en las mismas miserias.

Desde el desprecio japonés hacia la mujer –sobre todo a la extranjera- hasta el desprecio en mi propia tierra, aquí mismo, hacia todo aquello que no cumple las normas sociales establecidas por quienes mueven los hilos. En Perú me querían vender su “espiritualidad” de folleto turístico. En México anduve con miedo de que me metieran un tiro para robarme. En Vietnam me sentí tratada como una ficha más por estar fuera del “Partido” y en Kenia daban más miedo los guías buscando propinas que los leones de la sabana. Sin contar lo que viví en Marruecos en un viaje horrendo hace muchos años. Y la pobreza cubana de chicos jóvenes que querían “hacerme un favor” a cambio de algunos dólares americanos.

Qué diré de la India adonde fui en dos ocasiones o de Nepal o de Irán y todos los países donde me tuve que cubrir con un velo. El recuerdo de la violencia –una bomba en el hotel- en Jerusalem… Que no quiero seguir recordando, digo. No sigo porque he visitado muchísimos países y de ninguno he vuelto con el alma henchida de felicidad, paz o amor.

Así que ahora tengo otro proyecto de vida para el que no creo que me haga falta el pasaporte. Puede que sí la maleta porque para llevarlo a cabo no es preciso quedarme encerrada en casa, pero cuando el alma pide serenarse…hay que hacerle caso. Y no es cuestión de “la edad”, sino de la experiencia, que no cabe tanta en un cuerpo tan pequeño.

Este año que se acaba ya he comenzado a sentar las bases de este “plan”. Lo primero que he hecho ha sido alejarme de “socios tóxicos” que entorpecerían el buen desarrollo del tema. Limpieza, que se dice, así que he “mandado al paro” a unas cuantas personas que se decían amigas y no lo eran.

El segundo trabajo, y muy intenso, ha sido reflexivo. Sí, de pensar y ver qué hacía mal para corregirlo, para lo que me ha hecho falta cuarto y mitad de humildad, algo de lo que no he estado demasiado sobrada a lo largo de la vida.

Sentadas las bases, trazado el camino y aprendida la teoría, ahora queda poner la “mano de obra” en marcha. Poco a poco y con buena letra y mucha atención para no salirme de la línea. Porque es una línea que tiene que ser lo más recta posible, que ya me he perdido durante lustros por vericuetos y atajos del camino.

Esta es mi “declaración de intenciones” para el próximo año 2026. Espero que la buena suerte me acompañe y nada me distraiga o me dinamite del “camino interior” que quiero recorrer.

Y felices los felices que tengan nuevos proyectos de vida.

LaAlquimista

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Filosofía de Vida y Reflexiones. Lo que muchos pensamos dicho en voz alta

Sobre el autor

Hay vida después de los 50, doy fe. Incluso hay VIDA con mayúsculas. Aún queda tiempo para desaprender viejas lecciones y aprender otras nuevas; cambiar de piel o reinventarse, dejarse consumir y RENACER. Que cada cual elija su opción. Hablar de los problemas cotidianos sin tabú alguno es la enseña de este blog; con la colaboración de todos seguiremos creciendo.


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