El funicular para subir a Igueldo está fuera de servicio, el parque de atracciones cerrado; no obstante la sociedad Monte Igueldo cobra 2,50€ tan solo por entrar en un recinto vacío cuyo único atractivo lo pone la naturaleza: la panorámica bellísima de la ciudad desde las alturas. Pues, ni agua. Es decir, que ya solo falta que nos cobren por respirar el aire de la bahía.
Así que nos vamos tranquilamente a pasear hasta el “Peine del Viento XV” de Chillida (y del Ayuntamiento) que –de momento- es gratuito. Son tres esculturas de acero, cada una de diez toneladas, ancladas en rocas para ser batidas por la fuerza del mar. Según Chillida su intención era “conectar al hombre con la naturaleza” y es buena la intención, pero cada cual “se conecta” a su manera. En realidad es una interpretación artística de los Bufones de Frías (Llanes, Asturias). Los bufones son fenómenos naturales originados por el efecto de la erosión del mar y la lluvia en la roca caliza, dando lugar a grietas y chimeneas que conectan el mar con la tierra. El golpe del oleaje contra los acantilados provoca la expulsión del aire comprimido en las galerías, sin embargo, en días de fuerte marejada aire y agua escapan al exterior a gran presión con chorros de agua que alcanzan gran altura. Pues eso. Que seguimos inventando la pólvora. El paseo calmado entre nubes y un tímido sol vale la pena si no te haces un esguince caminando por una especie de “calzada romana” imposible de practicar para quien tenga algún problema de movilidad –ni lo sueñen las sillas de ruedas-.
Los jardines de Ondarreta, la playa, las casonas/palacio que no han sucumbido al desafuero arquitectónico convirtiéndose en apartamentos de acero y cristal, también valen el tiempo del paseo demorado por las calles silenciosas.
El paseo sigue su ruta natural hacia el Palacio de Miramar, una mal llamada “Casa de Campo” de estilo inglés que se ferió la reina María Cristina, madre del rey Alfonso XII, en un enclave único frente al mar, comprando unos terrenos a precio simbólico, desmontando la iglesia que allí había y cortando el paso y camino público para que los lugareños no pasaran con sus carretas por su lugar de descanso y placer. Es decir, se cargó la “servidumbre de paso” construyendo un túnel bajo los jardines para que por allí se desviara la molesta chusma que vivía en los alrededores. Se trajo a su arquitecto inglés y los prohombres de la ciudad de la época le “echaron una mano” para consolidar y promover como buenísima inversión crematística que “la corte” se viniera a “tomar las aguas” a San Sebastián. Hoy en día este palacio –mal conservado, deteriorado a ojos vistas e infrautilizado en cursos de verano y festejos para pijos- es municipal después de que la Casa Real revirtió su propiedad en la ciudad y sin que nadie nos haya informado de cuánto sacó de la venta el heredero oficial, “el Emérito”.
Mi ciudad es hermosa, pero no es oro todo lo que reluce y con demasiada frecuencia se blanquea la historia para que quede limpia y con esplendor de cara al visitante…o a las nuevas generaciones que crecen creyendo que todo les es debido y está a su servicio gracias al gesto de levantar el dedo y pedirlo.
Mi amiga valenciana observa y escucha y abre mucho los ojos ante la belleza que nos circunda. Caminamos por la ciudad mirando edificios, -sobre todo cúpulas y templetes de casas señoriales-; me pregunta cuánto puede costar un piso con vistas a la bahía y yo le digo que “muy poco, poquísimo”, sobre todo para quienes los compran como inversión porque no saben qué hacer con tanto dinero como acumulan. A cambio, se escandaliza de que el billete ordinario de autobús cueste 1,85€, de que un taxi baje la bandera con más de 6€ y de que no se les pueda detener con el simple gesto –mil veces conocido- de levantar la mano cuando llevan la lucecita verde prendida.
Se asombra –aunque no protesta- por la cantidad de obras públicas en marcha en el mismo centro de la ciudad, del ruido y del polvo, de la circulación obsesiva y agobiante para una ciudad tan pequeña como la nuestra. Y no pregunta demasiado porque ya me conoce y sabe que, si me dan cuerda, empiezo y no paro.
Ayer había partido en Anoeta, junto a mi casa, y alucinó viéndome cambiar el coche de sitio, a resguardo, y cómo el barrio se veía invadido de gente, ruido, circulación incesante de motos, aparcamiento descontrolado y abusivo de vehículos allá donde les viene en gana. Me dijo de salir a bajar la basura y le contesté con un respingo, que ni hablar de hacerlo cuando ya ha oscurecido, que igual se la come una rata de las que viven tan felices en las alcantarillas junto a los contenedores.
Que hacer turismo en Donosti es muy bonito para los que vienen a pasar unos días, dejarse los dineros en el comercio y la hostelería y marchar luego a su casa con el móvil lleno de vídeos y fotos. Alfombra roja les ponemos a todos y ni siquiera les cobramos una mísera tasa por utilizar nuestros bienes comunes. En fin. Sigamos siendo felices “apatrullando” la ciudad.
Felices las felices y las que no nos quedamos en casa ni aunque nos aten.
LaAlquimista
Te invito a visitar mi página en Facebook.
https://www.facebook.com/apartirdelos50/
Por si alguien desea contactar:
apartirdeloscincuenta@gmail.com