Otoño en la ciudad | A partir de los 50 >

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Cecilia Casado

A partir de los 50

Otoño en la ciudad

 

Es como despedir a un viejo y buen amigo; el verano se ha ido llevándose más de lo que soy capaz de reconocer. Lo miro con nostalgia partir desde mi ventana, su estela puede aletear todavía en mi corazón unos días más, pero la realidad de su ausencia enfría mis manos al paso cansino del calendario.

Siento que el cambio de estación me pesa y condiciona como el paso de una habitación caldeada y confortable a otra húmeda y fría. Hace diez días que he atravesado el mapa, dejando mi otro mar para venir a este, el que me corresponde por decreto-ley, y no ha habido día en el que no haya venido la lluvia a recordarme que, el otoño en la ciudad, trae la tristeza de la mano.

Calles grises, suelo gris, ladrillo y adoquín. Hojas pisoteadas, sucias, mojadas. No hay vida bajo su manto, tan sólo la espera paciente al servicio de limpieza. No es este bosque de cemento el que late dentro de mí, sino el otro, el más lejano y soñado, ése que vibra de vida con la lluvia, que emerge cada nuevo otoño recogiendo los frutos del sol y el calor a la espera del descanso invernal. Este bosque de edificios, ruidos y automóviles no me inspira ninguna poesía. Me hace soñar con mirar hacia otro lado, escapar quizás, soñar todavía.

El otoño en la ciudad me obliga a mirar con el corazón porque lo que veo con los ojos me deja indiferente y es ese trabajo de metamorfosear lo feo en bello, lo frío en cálido, lo antipático en acogedor el que me tiene atada a estas paredes. Paredes, puertas, ventanas, cerraduras…

Siento que voy poco a poco perdiendo parte de mi esencia “salvaje”, ésa que me acorrala dentro de un cubo de hormigón y hierro; caliente y confortable, pero cada vez más alejado de lo natural. Me aferro a las plantas de mi balcón; las miro con auténtica pena. Ni ellas ni yo vivimos donde deberíamos vivir. Sesenta años de confinamiento no han conseguido matar el instinto que habita en mí, el que me lleva a mirar la ciudad cayendo en el otoño y llena mi boca de un viejo sabor amargo.

No quiero vivir en esta jaula y sigo viviendo en ella. La puerta está abierta y no hay nada que me impida dejarla atrás, tan sólo la certeza de no saber adónde ir.

Seguramente haré como he hecho toda mi vida; vuelos cortos, vuelos con billete de ida y vuelta, siempre regresando al sitio que alguien, alguna vez, ideó para mí. Y del que no he sido capaz todavía de desprenderme.

El otoño en la ciudad lo siento igual que el otoño en mi vida: con una poesía inventada.

En fin.

LaAlquimista

Por si alguien desea contactar:

Apartirdeloscincuenta@gmail.com

 Foto: Cecilia Casado

 

Temas

Filosofía de Vida y Reflexiones. Lo que muchos pensamos dicho en voz alta

Sobre el autor

Hay vida después de los 50, doy fe. Incluso hay VIDA con mayúsculas. Aún queda tiempo para desaprender viejas lecciones y aprender otras nuevas; cambiar de piel o reinventarse, dejarse consumir y RENACER. Que cada cual elija su opción. Hablar de los problemas cotidianos sin tabú alguno es la enseña de este blog; con la colaboración de todos seguiremos creciendo.


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