¿Iguales o diferentes ante las normas? | A partir de los 50 >

Blogs

Cecilia Casado

A partir de los 50

¿Iguales o diferentes ante las normas?

 

Mi perrillo Elur es una criatura que no merece otra cosa que cariño y trato dulce, tanto como él lo es. Es por eso que, siempre que puedo, quiero llevarlo conmigo porque dejarlo en casa solo le supone un pequeño trauma ya que no tiene noción del tiempo y aunque me ausente media hora él siente igual el “abandono”.

Así las cosas la otra noche salimos a cenar a un agradable restaurante a la orilla del mar, en este mar donde los chefs casi pescan directamente el pescado con una caña desde la cocina. El sitio es muy agradable y tiene un comedor que linda con la terraza de la que está separado por una gran cristalera. Como hacía más viento del deseado decidimos cenar dentro pero nos topamos con “las normas” que consistían en que el perrillo no podía entrar en el comedor. Así que nos aposentamos en la terraza y cruzamos los dedos.

Al cabo de un rato, ya con la fideuá presidiendo la mesa de forma majestuosa, en las mesas del otro lado de la cristalera se instalaron dos familias en bulliciosa armonía. Dos matrimonios frisando los cuarenta con cuatro hijos adolescentes (tres chicos y una chica). Los padres se sentaron en una esquina de la mesa y los hijos al otro lado, en separado petit comité. Dos de los chavales estaban conectados a sendos aparatitos que les recababan toda su atención; tanto es así que casi apenas hacían caso de la comida que les ponían –las camareras- en el plato.

Los dos que quedaban –chico y chica de unos catorce o quince años y con síndrome de Down, cuchicheaban amigablemente entre sí y hacían risas, a su bola.

De repente, un movimiento extraño –o inusual- atrajo nuestra atención desde el otro lado de la cristalera. A una distancia de menos de un metro (vidrio de por medio) la parejita adolescente comenzó a besarse de forma cuando menos descarada; vamos, que se comían la boca sin encomendarse ni a Dios ni al diablo. La situación tenía de extraño, desde mi punto de vista, el que los padres de ambos les veían –aunque no les miraran abiertamente- y seguían con sus libaciones e ingesta de ricos manjares.

Pero claro, el caso es que estos amantes pasajeros se lo estaban montando en nuestras narices propias –a un palmo más o menos- y como que nos distraían de la concentración necesaria para pelar los langostinos.

¡Qué situación más pintoresca! Las normas de educación y civismo sí que deben de permitir morrearse ostensiblemente en un restaurante a la vista de público y trabajadores, pero no permiten que un perrillo del tamaño de una caja de zapatos esté bajo la mesa dormitando plácidamente.

Las normas, las normas…¡mecachis con las normas!

El chico de la parejita decidió entonces tocarle los pechos a su amiguita a lo que ella respondió con risas y morisquetas, mientras que los comensales de las mesas de los alrededores dirigían miradas alucinadas y hacían comentarios entre sorprendidos y regocijados sobre la situación.

Lejos estamos los adultos -algunos adultos- de escandalizarnos por esos comportamientos en lugar público; otra cosa es que te pueda molestar que lo hagan en tus narices, pero lo más sorprendente era la actitud de los padres: ni fú ni fa. Y mientras más se calentaban los jovenzuelos más frío nos entraba a quienes estábamos en la terraza acatando las normas del ministerio correspondiente.

Terminamos la cena con más gloria que paz y nos fuimos con viento fresco –nunca mejor dicho- no sin haber sopesado durante la crema catalana el entrar a llamarles la atención a la parejita feliz…o a sus padres…o al dueño del restaurante. Pero como una de nuestras tareas es procurar no juzgar al prójimo para que no nos juzguen a nosotros, pues punto en boca y punto pelota.

Ya de vuelta a casa nos asaltó la duda de si la no injerencia de los padres en los escarceos libidinosos de sus retoños adolescentes se debería a los consejos de algún experto en el ramo de la cosa que les había explicado cómo hay que gestionar el comportamiento de los hijos que padecen Síndrome de Down y la tan necesaria opción de “no diferencia”… para lo que les conviene.

En fin.

LaAlquimista

Por si alguien desea contactar:

apartirdeloscincuenta@gmail.com

 

 

Temas

Filosofía de Vida y Reflexiones. Lo que muchos pensamos dicho en voz alta

Sobre el autor

Hay vida después de los 50, doy fe. Incluso hay VIDA con mayúsculas. Aún queda tiempo para desaprender viejas lecciones y aprender otras nuevas; cambiar de piel o reinventarse, dejarse consumir y RENACER. Que cada cual elija su opción. Hablar de los problemas cotidianos sin tabú alguno es la enseña de este blog; con la colaboración de todos seguiremos creciendo.


junio 2014
MTWTFSS
      1
2345678
9101112131415
16171819202122
23242526272829
30