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Cecilia Casado

A partir de los 50

Las rebajas de tu vida

 

Nunca supe qué era “ir de rebajas” hasta que me incorporé al mercado laboral y les liberé a mis padres de tener que vestirme dignamente. Con mis primeros sueldos calentitos me di cuenta de que la forma de gastar el dinero de mi madre no era la única manera posible. Ella jamás nos llevó de rebajas por considerar –lo supe cuando lo pregunté a toro pasado- que lo que hacía falta se compraba cuando hacía falta y el resto no era más que puro capricho de personas que no sabían qué significaba el concepto “austeridad”.

Porque yo crecí bajo ese lema que se aplicaba cabalmente no por el hecho de estar el país y la economía en crisis sino porque formaba parte de los valores morales que quisieron inculcarme. Austeridad significaba vivir con lo necesario y justo un poquito más dando gracias a Dios cada día porque no nos faltara de nada.

Pero cuando tuve mi sueldo para mí solita empecé a darme cuenta de que el dinero me daba muchas satisfacciones; la mayor de ellas no era guardarlo en la cartilla de ahorros, sino gastármelo alegremente en disfrutar de la vida. Y la vida, para una joven de veintipocos años, pasaba por tener un guardarropa abundante, bonito y moderno. Entonces las rebajas cobraron razón de ser para mi entendimiento ya que procuraban la posibilidad de “estirar” el dinero de una manera inteligente.

¿Que le echabas el ojo a algo precioso el siete de Diciembre? Pues esperabas justo un mes y te lo comprabas a mitad de precio. Valía la pena la espera. Eso sin olvidar a todas las personas que no les quedaba más remedio que tirar con lo viejo para poder comprar lo nuevo a mitad de precio y así no desequilibrar una economía que no siempre era saneada. Las rebajas eran pura supervivencia, una forma de poder sacar adelante las economías domésticas poco favorecidas, la solución a una necesidad.

Pero no es así ahora. La necesidad es gastar, comprar por comprar ya que todo el mundo lo hace. Decirse a uno mismo que hay que aprovechar la oportunidad de hacerse con algo caro a mitad de precio aunque sepamos –porque lo sabemos- que el precio etiquetado no se corresponde con el auténtico valor del objeto.

Una vez me compré un pantalón de Armani por 175€… pero fue únicamente porque estaba rebajado al 70% y caí en la trampa de pagar una barbaridad de dinero (por un triste pantalón que para colmo me quedaba prieto) por ostentar en mis posaderas una etiqueta que indicaba… ¡que yo era la más tonta de las tontas posibles! No quiero aquí decir que todas las personas que valoran hacer publicidad gratuita de marcas caras llevando sus logos ostensiblemente visibles sobre su cuerpo sean tontas; tan sólo digo que YO me sentí así. Y aprendí la lección para los restos.

Lo que aprendí fue a comprar ÚNICAMENTE en período de descuentos y rebajas; aprendí que es absurdo comprarme un abrigo en octubre para empezar a usarlo en diciembre cuando a primeros de enero puedo adquirirlo por la mitad de precio. Aprendí que las rebajas son el paradigma de muchas situaciones vitales, que también hay personas –demasiadas- que se decoran con etiquetas doradas de alto precio aunque su valor real, el que se comprueba en las primeras lavadas, es exactamente la mitad; tan sólo hay que esperar a que pase la temporada…y voilà! Ahí están, todos “de rebajas” mostrando sus pequeñas taras, hilos colgando o botones descosidos. No falla.

Todos estamos “rebajados”, desposeídos de nuestro valor inicial, deslucidos por el descontento, ajados por la relajación de los valores morales, revueltos y arrugados en el montón de los “chollos de todo a 5€”. Ya no somos piezas únicas, hechas a medida por una buena modista de las de antes, sino restos de serie fabricados con malos materiales en las peores condiciones. Hemos ido “rebajando” la calidad humana, los principios éticos, los valores que valorábamos hace veinticinco años, sustituyendo todo esto por un totum revolutum de laxitud moral, conciencias apañadas y cansancio vital.

Ya ni sabemos cuál era el precio de las cosas porque…todo nos lo dan de rebajas. Una pena.

En fin.

LaAlquimista

Por si alguien desea contactar:

apartirdeloscincuenta@gmail.com

 

Temas

Filosofía de Vida y Reflexiones. Lo que muchos pensamos dicho en voz alta

Sobre el autor

Hay vida después de los 50, doy fe. Incluso hay VIDA con mayúsculas. Aún queda tiempo para desaprender viejas lecciones y aprender otras nuevas; cambiar de piel o reinventarse, dejarse consumir y RENACER. Que cada cual elija su opción. Hablar de los problemas cotidianos sin tabú alguno es la enseña de este blog; con la colaboración de todos seguiremos creciendo.


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