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Cecilia Casado

A partir de los 50

¿Por qué los hombres maltratan a las mujeres?

 

La primera violencia que se ejerce contra un ser humano indefenso suele ocurrir en el seno del propio hogar. Incluso en época de paz la guerra se instala en aquellas familias en las que hay un humano inadaptado, malvado, -queriendo o sin querer-, un agresor que necesita pagar con el inocente la propia frustración o una disfunción psíquica. Generalmente es un hombre, aunque no siempre; demasiados casos hay en los que es la propia madre la que ejerce violencia contra sus propios hijos.

Pero hoy toca –desgraciadamente- volver a hablar de un varón deshumanizado que ha perpetrado uno de los más horribles crímenes que la sociedad repudia: matar a una criatura, a una bebé de 17 meses para ser más exactos y precisos, arrojándola por una ventana.

¿Qué triste y terrible historia existía entre la madre de esa criatura y ese hombre que no era el padre de la niña? ¿Creemos realmente que basta con juzgar y condenar la conducta final, el horrible resultado final sin pararnos ni un instante a reflexionar sobre los prolegómenos del desenlace?

Ese hombre –y probablemente esa mujer, la madre de la niña asesinada, dieciocho años, otra criatura- recibirían su primer “palo” en la más tierna infancia; quizás no sea demasiado suponer que ambos estaban “familiarizados” (palabra que viene de “familia”) con la violencia. Acaso ellos mismos vieron a su propio padre descargar palos sobre la madre y extenderlos al resto de los hermanos, si es que los hubo.

Cuando el primer hombre levantó la mano a la primera mujer… ¿qué hizo esa mujer? ¿Callar por miedo? ¿Aguantar por vergüenza? ¿Ocultar el daño, que es lo mismo que ampararlo?

No hablo del hombre agresor, no quiero hablar del hombre agresor, sino de la mujer agredida. Porque soy mujer y he sido agredida, mi perspectiva está centrada en lo que hacemos nosotras, las mujeres, cuando un hombre nos levanta la mano, nos insulta, nos agrede incluso sexualmente, nos socava la dignidad y nos patea la vida. Ese hombre puede haber sido el propio padre, -entre la protección de las paredes familiares se han cometido no pocas ignominias-, o un hermano, casi siempre un familiar. ¿Cuál es la reacción ante esa primera paliza o ese abuso? ¿Qué dicen las mujeres que lo presencian? ¿Lo consienten ellas mismas? ¿Callan y otorgan? ¿Nos enseñan a soportar la violencia del hombre contra nosotras como algo “normal”?

Una madre que mira hacia otro lado, una esposa que llora en silencio para que no la vean sus hijos, una hermana que calla, cualquier mujer que es cómplice de la violencia de un hombre contra cualquier ser humano, debería romper su silencio muerto de miedo para que la lacra se detenga, para que no dé un paso más –por pequeño que sea- en la denigración violenta de los débiles y desamparados por parte de los fuertes y violentos.

Detrás de un hombre violento suele haber (demasiadas veces) una mujer asustada, una madre acobardada, una esposa, una hermana, una hija que tienen voz, que pueden gritar, pedir auxilio, rebelarse de forma inteligente, escapar de la afrenta o, y en no pocos casos, enfrentarse al hombre violento que, lo sé por propia experiencia, suele ser un inmenso cobarde en cuanto se le planta cara.

No suelo ir a las manifestaciones multitudinarias contra la violencia de género porque estoy convencida, lo sé, que la mejor protesta es la que se puede hacer de puertas para adentro, en la cocina de esa casa cuando un descerebrado se pone a dar gritos, a insultar, a romper cosas, a pegar puñetazos como un loco, asustando a quienes dependen muchas veces de él de una manera o de otra.

¡Da tanto miedo enfrentarse a un hombre que nos pega y nos grita y nos asusta! Sin embargo, la vida continúa y las mujeres seguimos pariendo hijos de hombres maltratadores y con nuestro miedo permitimos que siga habiendo hombres violentos porque no hemos sido capaces de pararles los pies cuando fue posible hacerlo.

Hablo en primera persona del plural, no soy una narradora omnisciente ni me refugio detrás del relato en tercera persona; he visto mucha violencia y también la he padecido, por eso sé perfectamente que, además de lo que la sociedad haga por corregirla, en la mano de una mujer está SIEMPRE la posibilidad de reaccionar al primer golpe, de no propiciar el segundo, de no ser “consentidoras” ni “cómplices calladas”. Una mujer debe protegerse y proteger a sus propios hijos… sean cuales sean las circunstancias.

¡Hay tanto por hacer!

En fin.

LaAlquimista

Por si alguien desea contactar:

apartirdeloscincuenta@gmail.com

Temas

Filosofía de Vida y Reflexiones. Lo que muchos pensamos dicho en voz alta

Sobre el autor

Hay vida después de los 50, doy fe. Incluso hay VIDA con mayúsculas. Aún queda tiempo para desaprender viejas lecciones y aprender otras nuevas; cambiar de piel o reinventarse, dejarse consumir y RENACER. Que cada cual elija su opción. Hablar de los problemas cotidianos sin tabú alguno es la enseña de este blog; con la colaboración de todos seguiremos creciendo.


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