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Cecilia Casado

A partir de los 50

Berlín, una asignatura pendiente

 

Muchas son las ciudades que figuran en mi mapa de sueños viajeros pendientes, más que los años y oportunidades que –eventualmente- me queden por delante.  A Alemania siempre he ido de paso, rozándola de refilón camino de Holanda o a la vuelta para entrar en Suiza. Nunca fue destino ilusionado ni hallé una razón que me llevara allí. Sin embargo, ahora se juntan ganas y oportunidad de disfrutar de una semana en Berlín y, estando en una edad en que no quiero ni debo “dejar pasar una”, hago mis maletas y me lanzo al frío adelantado del invierno y al calor de los abrazos de mi hija y su esposo que allí residen desde hace varios meses.

Viajará conmigo el PC porque necesito soporte para escribir –dónde quedaron mis cuadernos Moleskyne con notas, citas, apuntes- pero va a ser una semana de compartir lugares y fabricar recuerdos no de alimentar el blog en directo.

¡Fabricar recuerdos a estas alturas! Cuando parecería que ya están los álbumes a rebosar de imágenes, que la memoria personal está saturada de vivencias con sus etiquetas, que ya la vida redujo la velocidad de crucero y vamos degustando despacito, poco a poco, paladeando el instante emotivo, grabando en la retina el destello acariciador…

Cada vez me interesa menos fotografiar lugares, ni ponerme delante de monumentos como una hormiga sonriente; mi silueta dentro del plumífero frente a la Puerta de Brandeburgo, frente al testimonial Muro, con la Philarmónica de fondo…¿qué sentido tiene? Por el contrario sí quiero plasmar los abrazos, las risas, el tiempo compartido en la alegría del reencuentro; los gestos cariñosos y un poco tontos que están de moda, quiero fotografiar las manos de mi hija, sus manos amorosas y llenas de arte que pasan frío sujetando pinceles. Quiero fotos de su juventud teñida de rosa –o del color de moda en los cabellos-, captar una vez más su mirada ilusionada hacia su esposo, guardarme un poco de esa fuerza vital que está todavía estrenándose…

Y cuando vuelva a casa vencer la pereza y pasar las fotos a papel, ponerlas en un álbum bien grande, para que mis manos lo sostengan y recuerden sonriendo cuando se me haga difícil y absurdo mirar el teléfono móvil, situación que estoy segura ocurrirá si llego a la vejez. Quiero que los recuerdos queden en la mente, en el corazón y acaso en unos trozos de papel que no precisen de conexión eléctrica para activarse.

Me voy a Berlín con el corazón rebosante y “conejito viajero” en el bolso. Dispuesta a comer lo que me pongan y a beber lo que me apetezca; a caminar y cansarme, a hablar hasta quedarme ronca, a dormir lo que se pueda y disfrutar el resto del tiempo. Sin normas ni limitaciones, sin horarios ni expectativas… Al ritmo que marque el frío o la nieve que nos empujará probablemente a lugares cerrados, qué pena, con lo que me gusta pasear y perderme sin rumbo nos asaltará  el ocaso hacia las cuatro de la tarde, qué haremos con una vigilia tan larga…

Voy a Berlín a conocerla desde dentro, con ojos de “residente temporal” gracias a mi hija y su esposo, para qué cargar con la lonelyplanet si ellos ya saben a dónde llevarme, si ya han seleccionado los mejores txokos para compartirlos conmigo. Ni siquiera tengo conciencia del “viaje”, ni como turista ni como viajera, y la asignatura pendiente quedará transformada en un déjà-vu de volver a caminar de la mano de mi hija como lo hicimos tantas veces –y en tantos países- años atrás, cuando ella empezaba a poner los primeros ladrillos en su personal fábrica de recuerdos y yo vivía la vida con toda la intensidad de que era capaz y me era permitido.

Dejo aquí el post con una gran sonrisa además de agradecida. Me tomo el tiempo de la tranquilidad feliz y demorada junto a mis seres amados… y queda el Blog abierto con un punto y seguido. Por si alguien desea contar viajes…o sueños.

Sigamos siendo felices.

LaAlquimista

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Por si alguien desea contactar:

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Mural del Puente de Oberbaum. Berlín.

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Temas

Filosofía de Vida y Reflexiones. Lo que muchos pensamos dicho en voz alta

Sobre el autor

Hay vida después de los 50, doy fe. Incluso hay VIDA con mayúsculas. Aún queda tiempo para desaprender viejas lecciones y aprender otras nuevas; cambiar de piel o reinventarse, dejarse consumir y RENACER. Que cada cual elija su opción. Hablar de los problemas cotidianos sin tabú alguno es la enseña de este blog; con la colaboración de todos seguiremos creciendo.


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