Chapapote en la Liga de fútbol. Que si los calendarios perjudican siempre a los mismos, que si los rivales de tal club se mediodejan ganar, villarato… y ahora se aviva el fuego de la exigencia de mejorar los controles antidopaje mirando de reojo a determinados colores.
Cruzada con un tema muy sensible. Frivolizando para obtener los rendimientos que no se logran en el campo de juego. Yo seré el primero en colocarme en la fila de demandar más controles antidopaje en el fútbol. Lo he criticado siempre. Aún me acuerdo de los baldes, sí, sí, baldes de plástico para tomar muestras de orina a algunos jugadores de fútbol hace décadas. Era la prehistoria de los controles en un deporte que no salía de la cueva.
Y todo parece que sigue habitando en esa cueva y que no se entera o no se quiere enterar de lo que ocurre en los laboratorios. Todos señalan al vecino de la casa de enfrente. Todos apuntan a otros deportes. Los aficionados, además, se ríen cuando alguien duda sobre la existencia de dopaje en “su” deporte. Te dicen que el dopaje no beneficia al futbolista virtuoso, al portero efectivo, al defensa central sobrio.
Claro que el médico de turno no puede inyectar alguna sustancia para que fabriquemos diez ‘messis’. Eso no se crea. Pero sí se puede dopar a un futbolista, como a cualquier otro deportista, para que su rendimiento físico sea mejor. Esto es, para que en el minuto 80 de partido sea capaz de correr la banda como en el minuto 10. Para llegar por décimas de segundo a ese balón dividido. Para poder saltar unos centímetros más en un salto de cabeza y permita un despeje o un remate. O para que el trotón de turno siga revolucionado en el tiempo de descuento.
Eso son mejoras de rendimiento que determinan que un equipo sea más potente en 94 minutos de partido mientras el rival se debilita por la fatiga.
Los que seguís este blog ya conoceis mi posición sobre el dopaje: tolerancia cero. En el fútbol es puro cachondeo. Su sistema antidopaje es ‘atapuerqui’. Ocho controles al azar por jornada es de risa. Y controles de orina cuando se sabe que su eficacia está en entredicho. No hay controles de sangre para detectar EPO y otras sustancias que sólo se controlan mediante pruebas sanguíneas. Parece que eso lo dejan para el siglo XXII.
Hoy se ha escrito -y hablado- mucho de que el fútbol no detecta por lo tanto tampoco hormona de crecimiento y autotransfusiones. Desgraciadamente creo que estos dos temas, tan polémicos en los últimos meses, tampoco son detectados con controles de sangre. Es una de las cosas que he aprendido tras la Operación Galgo. Aquí algunos ‘vivían pegados’ a una bolsa de plástico, con el saca y mete sangre como entrenamiento, y era indetectable a no ser que la pareja de la Guardia Civil estuviera en la chepa del atleta.
Los controles por sorpresa en el fútbol me dicen que son mínimos, aunque sí parece que se dan fuera de competición. Pocos pero existen. Algo es algo.
Ahora es el Real Madrid el que parece sacudir alfombras. Según la COPE, este club reclama mejores controles antidopaje. ¿Será casualidad este aleteo cuando su desventaja en la Liga se complica? ¿Será casualidad que ahora llegan los choques con su máximo rival? ¿Será casualidad la publicación de un serial sobre los controles antidopaje en un periódico deportivo la semana pasada, antesala del pataleo provocativo?
Dos cosas más:
Señor Jaime Lissavetzky, usted dice que “nuestro fútbol está limpio”. Con los actuales controles y con la Ley española antidopaje, debería ser muy zote el médico de turno como para que algún futbolista dé positivo.
Tema Eufemiano: el gobierno debería preocuparse que este médico siga cobrando, siga ejerciendo como ginécologo y ahora un equipo de fútbol canario le contrate. Él sigue imputado en casos y todos silban. Y cuando a alguien le relacionan con Eufemiano niegan cualquier relación, como el Valencia de fútbol, ayer mismo. ¿Por qué será?