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Antxon Blanco

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El lado oculto de Txema Olazabal

Cuando veo el rostro de Txema Olazabal durante un torneo no me viene la imagen del gran campeón que es. No. Me viene la imagen de un deportista de primer orden mundial que lleva años sufriendo una enfermedad de ida y vuelta, con unas dolencias que han zancadilleado al gran golfista pero no a la persona que lleva dentro. Y eso es lo complicado.

En el anterior comentario escribí sobre Iker y Xabi, los regatistas guipuzcoanos que, dejémoslo ahí, son un top5 entre los mejores deportistas de Euskadi. Por supuesto Txema Olazabal debía estar en esa lista de elegidos, como así lo expresaron en los comentarios varios de los seguidores de este blog.

Desde luego el hondarribiarra es uno de los grandes del golf mundial. Tiger Woods reconoce que es uno de los mejores jugadores del mundo. Alguna vez ha comentado que la diferencia con él, es que el guipuzcoano le da mil vueltas a un mal golpe y puede tardar días en recuperarse, y él se olvida en cinco minutos. Aspecto mental, se llama a eso.

No me extraña que en ocasiones Olazabal tenga un ‘complicado’ carácter competitivo, o llamémoslo exigencia máxima. No han sido años fáciles. Demasiados años. Desde 1996 le persigue una artritis reumatoide vírica. Con periodos de años en los que no puede tocar un palo, y mucho menos hacer un entrenamiento físico adecuado. Eso sí, sabe muy bien cómo queda un par de chaquetas de Augusta y gana en más de veinte torneos del circuito europeo.

¿Y las horas de sufrimiento de un deportista de elite? Días y días sin apenas poderse mover del sillón de su casa. Necesitado de alguien para acudir al médico. Torturado psicológicamente porque durante meses y meses sólo podía pasear por un campo de golf. Sus recaídas en su enfermedad son crueles. Desde 2008 nuevamente está sufriendo esa artritis. Pero ahí está Txema, entre los mejores del circuito. Incluso ayer terminó con un +1 en un recorrido que le gusta por sus características técnicas. Es para golfistas con ‘sensibilidad’ y menos para golpes-torpedo.

Jon Karla Lizeaga, preparador físico de Txema, y que también ha sufrido esas dolencias como amigo, habla maravillas del Txema persona y del Txema deportista. Un portento, un genio, una máquina y un lujo como amigo. Valora doblemente ese sufrimiento de un campeón que lo tiene todo y que solo la naturaleza frena. Los momentos brutales de la amputación de un dedo, o de tener que manejarse con una silla de ruedas, o de tener durante horas paralizada una mano, o los errores en los pronósticos médicos, o los augurios pesimistas… “Dejo el golf. Hasta aquí he llegado”, ha sido en alguna ocasión la respuesta humana de Olazabal a esta situación.

Es ese lado oculto que desde fuera apreciamos poco de un campeonísimo. En cualquier otro deporte Txema habría estado jubilado. Sin embargo en el golf se pega fuerte pero tiene un ritmo de paseo. Cierto. Es un deporte técnico, que se mejora con los años, que la experiencia y esas dotes innatas superan el aspecto físico también necesario. Pero en los niveles que se mueve Txema, hoy por hoy, es imprescindible alcanzar el juego óptimo tras un acondicionamiento físico que el guipuzcoano no puede desarrollar por sus problemas.

El mérito, como se ve, va creciendo a medida que conocemos esa faceta personal. Como comprendereis, yo apenas he mirado la clasificación de la primera jornada del Masters de Augusta. Sólo he confirmado que sigue entre los grandes y me da igual el número de golpes. 

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