Ben Johnson cumple hoy 50 años. El considerado como uno de los mayores tramposos de la historia del atletismo tras el escándalo de los Juegos Olímpicos de Seúl 1988 y nuevo positivo a su regreso al atletismo, es hoy un abuelo feliz en Toronto, junto a su hija Jeneil (de la que nadie sabía nada en los años 80) y su nieta de 6 años, Micaila. Quienes le conocen dicen que ahora tartamudea poco. Incluso se atrevió a anunciar por TV hace unos años una bebida energética Cheetah Power. No sé qué es mejor, si que un atleta famoso por su dopaje anuncie una bebida ‘natural’ o haya entrenado al hijo futbolista de Gadafi, o a Maradona, o corriera contra caballos, o creara una marca deportiva “Ben Johnson collection con el eslogan ‘Catch me’ (Cógeme)…
Ben Johnson pasa ahora sus tardes con jóvenes promesas de la Universidad de York en Toronto. Dice que “ayudo a estos jóvenes tratando de conseguirles becas y que salgan de la calle. Aporto mi experiencia de 35 años”. Confío que no lo haga en la parcela química. En una entrevista en El Mundo Deportivo, el año pasado, decía Ben Johnson que el dopaje solo ayudaba psicológicamente. “Todo es psicológico. Si alguien utiliza drogas y piensa que le ayudarán, sentirá esa ayuda pero es falso, es solo algo psicológico. Si entrenas bien, puedes conseguir grandes marcas sin dopaje. Esas sustancias como mucho te ayudan a recuperarte mejor”. Y sobre Usain Bolt decía que corría tanto porque había avanzado la tecnología y las pistas eran más rápidas. “Si yo corriera ahora, sería más rápido que él”. Menos lobos…
Johnson escribió el año pasado un libro autobiográfico “Seoul to soul”, algo así como de Seúl al alma. Si quieres comprarlo (33 dólares) puedes hacerlo a través de su web benjohnsonenterprises.com. Con su nuevo gurú espiritual descifra las razones de su persecución (racismo, negocios, montajes, errores en los controles, conspiración montada por Carl Lewis y gente cercana al estadounidense en Seúl, intereses, otros positivos de atletas que corrían con él, presiones políticas…).
Han pasado ya 23 años de aquella extraordinaria, histórica carrera y mentirosa carrera de los Juegos Olímpicos de Seúl. Final de 100 metros. Madrugada para nosotros. Cuando vi aquel dedo levantado y la mirada de Ben hacia Carl Lewis, pensé que nos había estado engañando con su estado de forma. Había perdido varias carreras antes de los Juegos con marcas discretas. Lewis era el indiscutible dominador de los 100 metros y en aquella final la ventaja fue de 13 centésimas (9.79 RC Mundo y 9.92). Luego llegó el escándalo por el positivo por estanozolol, esteroides (ese era el engaño de verdad), la descalificación, la huída de Corea, la pérdida del récord, de los contratos publicitarios (según su representante Ben perdió unos 500.000 dólares al mes, y más de 15 millones en los siguientes años).
La Comisión Dubin (creada por el gobierno de Canadá) destapó el escándalo de la red de dopaje, con médico incluido (Astaphan) y otros atletas canadienses que también recibían ayudas prohibidas. Once meses de juicio, con la televisión en directo, 122 testimonios, y reconocimiento del velocista del empleo de dopaje en su trayectoria deportiva. En 1991 regresó a la competición con marcas muy discretas (10.40) y en el invierno de 1993 comenzó a correr rápido en 60 metros (6.60), pero de nuevo dio positivo por testosterona. Fue castigado a perpetuidad.
Aquellos duelos dentro y fuera de la pista Ben Johnson-Carl Lewis elevaron el interés del atletismo. Villano-héroe. Pobre-rico. Víctima-verdugo. Muchos quisieron ver en Ben Johnson un cabeza de turco para dejar limpios a otras estrellas. Lo cierto es que del ‘Benfastic’ o del ‘Benmagic’ se pasó al ‘Bendoping’ y que ya en el atletismo nada fue igual. Las dudas se multiplicaron. El dopaje se extendía. Y comenzó a entenderse que un médico podía crear un campeón. No siempre, pero se podía/puede. Lástima. Sin embargo no se debe ser injusto con los grandes deportistas. No todos están contaminados. Estoy convencido.
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