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Antxon Blanco

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Cuando Carl Lewis cenó en Arzak

Carl Lewis cumple hoy 1 de julio 50 años. Los blogueros atléticos, ante esta efeméride, nos revolvemos en la silla para recordar a una de las leyendas de nuestro deporte. No se pierdan el blog de mi compañero Juncar en ‘Al aire libre’ en esta misma columna de diariovasco.com. Una enciclopedia sobre el velocista-saltador. Yo seré más modesto.

En primer lugar pido disculpas por esta prolongada ausencia en este espacio. Han sido semanas complicadas. Prometo continuidad en cuanto todas las piezas de mi puzzle se recoloquen y ojalá que todo coincida con la presentación, en unas semanas, de la rediseñada web de atletismoatope.com. Por lo que me han presentado los técnicos tiene muy buena pinta. Por ahora, os pido un poco de paciencia porque cuando volvamos todos en bloque, el atletismo nuevamente tendrá un espacio digno y destacado por aquí. Prometido.

Bueno, vayamos con el ‘hijo del viento’. 50 añazos. Casi quince ya retirado del atletismo. Un icono para muchos. Una leyenda para otros. De lo mejorcito en la historia del nuestro deporte. Significó un salto en muchos apartados. Con él pudimos ver lo que 50 años antes, con Jesse Owens, había significado un hito en el deporte, cuatro títulos olímpicos en una misma cita, combinando velocidad, longitud y el relevo corto.

Los aficionados disfrutaron con Lewis y con sus duelos ante otros velocistas y saltadores. Su calidad era inmensa. Su puesta en escena obligó a que millones de no aficionados al atletismo se fijaran en nuestro deporte. Marketing, publicidad, televisión, patrocinadores… se rindieron ante este fenómeno.

Para mí también fue un referente. En lo deportivo y en lo periodístico. Todavía un exjefe mío, Mikel, me recuerda una página entera que escribí sobre Carl Lewis. Era a mediados de 1983. Creo que le volví loco, le di tanta tabarra sobre ese tal Carl Lewis que él no conocía, que me dejó escribirla. “Venga chaval escríbela y déjame en paz”, debió pensar. Pues allí que me lancé en la máquina de escribir verde, con un buen taco de folios y un par de libros para que la historia estuviera bien documentada.

Se notó que yo tenía 20 años y unas enormes ganas de escribir historias. Y Lewis era una buena excusa. Fue mi primer contacto con uno de los mejores atletas de la historia. Meses después llegó el Mundial de Helsinki y al año siguiente los Juegos Olímpicos de Los Angeles, con la explosión como atleta. Ahora era mi jefe el que quería que escribiera sobre Lewis.

Años después, tras escribir muchos folios y después pantallas de ordenador, San Sebastián comenzó a organizar unos mitines de atletismo en la pista cubierta de Anoeta con una participación de lujo. Cuando supe que iba a venir Carl Lewis, mariposas en el estómago. Después repitió. No saltó longitud en ninguna de las ediciones que compitió en Anoeta. Primero 60 metros donde no ganó. Claro su salida de tacos y primeros apoyos, no eran su punto fuerte y en el 60 es clave ese aspecto.

Pero poco importó. Los cazaautógrafos fueron cientos. Los niños alrededor de él, muchísimos. Los aficionados que se acercaron al hotel Costa Vasca inundaron los salones. Por allí estábamos los periodistas deportivos. Todos a cazar una entrevista. Dio una rueda de prensa en la Diputación de Gipuzkoa. En esa época yo tenía una vinculación con el departamento de deportes y el día anterior al mitin, a media tarde, me preguntaron si quería ir a cenar con Carl Lewis al restaurante Arzak. Ojos como platos y un sí meteórico.

La verdad es que hubo que convencer a estadounidense que ese restaurante “eerzeik” era muy bueno. Prefería cenar una par de hamburguesas. Os juro que lo dijo. Javier Moracho, el exvallista, en la empresa Unipublic entonces, con gran amistad con Carl y su hermana Carol, tuvo que explicarle que en esta ciudad se comía muy bien y que a ese restaurante acudían grandes personalidades. “OK. Pero yo pediré una hamburguesa”, respondió Lewis.

Ya sentados en la mesa, unos doce invitados, con otros dos atletas además de Carl, que también amenazaban con provocar un infarto al bueno de Juan Mari Arzak por sus deseos de comer hamburguesas, la situación se llevó bien. Algo de picoteo y un segundo plato casi pedido sin la aprobación de Lewis. Los que llevaron la voz cantante, se decantaron por merluza.

Como Carl Lewis estaba más pendiente de sus colegas, se encontró con la merluza en lugar de la hamburguesa. Estuvo educado. Exclamó un “ehhh, esto tiene buen aspecto”. Creo que alguien resopló de tranquilidad. A los pocos segundos el plato de merluza del ‘hijo del viento’ había desaparecido y entre risas con el dedo pulgar hacia arriba, le dijo a Moracho que “Todo excelente”.

También fue un alivio para mí. Como iba a contar a mis lectores que la estrella atlética había despreciado la merlucita y a Arzak para engullir una grasienta hamburguesa. La cocina vasca también había triunfado. Horas después ese pescadito no le dio el triunfo en Anoeta pero tampoco le importó mucho a Lewis. En este tipo de mítines él estaba más por el show que por ganar una carrera aunque Anoeta estuviera a tope para ver a uno de los grandes.  

Carl Lewis repitió en Anoeta. Si no me falla la memoria creo que corrió el 200 metros y tampoco ganó. Su vestuario fuera de la pista fue de traca. Su aparato dental trajo polémica. Sus amistades también dieron que hablar…… pero esto no es una crónica rosa !caramba¡ Que escribo sobre un ídolo. Lo parte no atlética lo dejo en la vieja libreta azul de los años 90. Si alguien desea alguna aclaración, por favor en un privado.

Thanks Carl. Happy birthday.

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