En el naufragio colectivo del equipo español, siempre quedará el
1.500. Y menos mal. Los milleros han sido históricamente un cheque en
blanco para aliviar las heridas de una actuación mediocre. En Corea, lo
mismo. La medallaza de Natalia Rodríguez es la alfombra roja en
un escenario plagado de decepciones. A falta de las 4 horas de marcha,
en categoría masculina todos miran el 1.500 y al sevillano Manuel Olmedo.
Es un buen pescador en aguas tranquilas, esto es, en una carrera a
ritmos no elevados (3:35-3:37) su velocidad estaría cercana al podio.
(Final, sábado a las 13.15 horas)
Solo en el mundial de Berlín, hace dos años, no hubo españoles
en la final de esta distancia. El historial es rico aunque cada vez
resulta más caro engordarlo con metal. De las 36 medallas de España en
mundiales, seis proceden del 1.500. José Luis González, dos de Fermín
Cacho y otras dos de Reyes Estévez, más la de Natalia en Daegu.
El corral del 1.500 metros tiene muchos gallos y países. Falta un El Guerrouj,
de acuerdo, pero el nivel medio es notable. A los kenianos (Kiprop y
Kiplagat a la cabeza) se unen a la fiesta los etíopes con un peligroso
Gebremedhin y hasta el estadounidense Centrowitz, que apenas contaba
antes del Mundial, demostró que en carrera lenta tiene opciones. Hay
por lo menos seis corredores con potencial para ser medallista. Olmedo,
también.
Manuel Olmedo es un atleta que procede del 800 y lo ha esculpido Enrique Pascual -técnico de Cacho y Antón–
en Soria. El andaluz es uno de esos atletas que tenía calidad en el 800
pero no la suficiente como para soprender en una cita internacional. La
solución, subir de distancia. Más kilometraje, adaptación a las
recuperaciones, estrategias…
En esta cita coreana falta por lesión el madrileño Arturo Casado,
campeón de Europa la pasada temporada. No se puede hablar por lo tanto
de crisis de milleros en España. Quizás los actuales no son tan
poderosos como antaño y el cambio generacional ha sido más lento que en
otras épocas. Posiblemente Olmedo resuma lo que ocurrirá en pocos años.
El paso de alguno de los ochocentistas actuales al ‘milqui’.
Kevin López podría ser uno de ellos, con una velocidad terminal que le
podría aportar muchas alegrías. O Luis Alberto Marco, más longilíneo, y
con un buen sentido táctico. Los dos han corrido este verano en 3:39.
A estos nombres hay que unir al joven vallisoletano Álvaro Rodríguez y
al balear David Bustos. Ambos están muy protegidos. Con el mínimo
desgaste. Sin embargo será bueno que pronto, mejor que tarde,
visualicen su calidad. No quiero jubilar a nadie. Quizás aprecie una
relajación en viejos rockeros que es necesario desterrar.