El ‘asesino’ vuelve al escenario del crimen. Haile Gebreselassie
regresa a su amado asfalto, el de Berlín. Dos récords del mundo en dos
años en el mismo escenario (el pasado año 2h.03.59). Este domingo se
disputa el maratón de la capital alemana y ahí estará la gran estrella
del fondo del pasado siglo y del actual.

A Haile Gebreselassie le tengo un especial cariño. En San Sebastián, en
los crosses de Lasarte y Elgoibar, inició su trayectoria cuando aún no
había cumplido 20 años. Una sonrisa le acompañaba siempre. El primer
año estaba ‘bajo las órdenes’ de Fita Bayisa -de mayor rango militar- y
estaba obligado a no ganarle. En la siguiente temporada fue distinto.
Gebre ya era el mejor. Arrasó en las pruebas guipuzcoanas. Años
después, cuando hemos coincidido en diferentes campeonatos, siempre se
ha mostrado agradecido de cómo se le trató en Gipuzkoa y no olvida al
añorado Manolo Odriozola, el ’emabajador’ de todos los africanos, sobre
todo de los etíopes, quien invitaba a los corredores a su casa.

Pues bien, quince años después ahí sigue el etíope. Su hegemonía en la
pista quedó aniquilada por otro de los grandes, Kenenisa Bekele -¿quién
es el más grande, menuda pregunta amigos?- , pero en el maratón es ya
una leyenda.

Berlín espera un nuevo maratón grandioso. Está todo preparado para otro
récord. Y para una batalla con un sorprendente Duncan Kibet, el keniano
que no parece keniano, que posee un registro de 2h.04.27 -la segunda
mejor marca de la historia por detrás del récord de Gebre-, obtenido la
temporada pasada con 30 años, un año después de debutar en maratón con
2h.08.33

¿Está en peligro la victoria de Gebreselassie? Los kenianos han
mejorado muchísimo. Kibet tiene mucho desparpajo. En su debut dijo que
quería correr en 2h.10 y lo hizo en 2h.08. En su segundo maratón hizo
2h.07 y en el tercero, en Rotterdam, 2h.04.27. Me impresiona. Sobre
todo si pensamos que con 16 años sufrió un accidente y se rompió una
pierna -le queda la marca por encima del tobillo-. Los médicos le
dijeron que dudaban de que pudiera volver a andar con normalidad.
Felizmente se equivocaron.