A finales de la década de 1960, un libro titulado “The Population Bomb”, escrito por Anne y Paul Ehrlich, auguraba un futuro de enormes hambrunas en todo el mundo. Este bestseller argumentaba que el crecimiento de la población estaba siendo mucho más elevado que el crecimiento de la producción de alimentos, por lo que llegaría un momento en que no habría alimentos suficientes para todos. Para evitar ese futuro tan negro, muchos países comenzaron a implementar políticas para controlar el crecimiento de la población. La más conocida, por su radicalidad, fue la que impuso el gobierno chino en 1979, al limitar, con algunas excepciones, el número de hijos por familia a uno.
En una primera etapa, las políticas se enfocaron en informar a la población sobre métodos anticonceptivos, y en facilitar el acceso a los mismos. Sin embargo, se constató que en números países, por motivos religiosos o culturales, las familias eran reacias a utilizar anticonceptivos. Por ello, en una segunda etapa, las políticas se dirigieron a generar un cambio en las creencias y los valores, y a convertir a las familias con pocos hijos en el nuevo ideal social. Por ejemplo, una de las vías para transmitir estos nuevos valores fueron las telenovelas. En ellas, las familias ricas eran las que tenían pocos hijos y las familias pobres las que tenían muchos hijos.
En un trabajo reciente, Tikola de Silva y Silvana Tenreyro, analizan si las políticas de control de la población han sido eficaces. Lo primero que muestra su estudio es la gran reducción que se ha producido en la tasa de fertilidad en todas las zonas del mundo. En 1960, por término medio, una mujer tenía 5 hijos; en 2013, este número se redujo a la mitad. En ese año, la tasa de fertilidad era de 1,81 en los países del Este de Asia y el Pacífico (por debajo de la tasa de reemplazo, que se sitúa en 2,1 niños por mujer), alrededor de 2 en Norteamérica, Europa y Asia Central, de 2,16 en América Latina y el Caribe, de 2,56 en el Sur de Asia, de 2,83 en Oriente Medio y Norte de África y de 5 en el África Subsahariana. Los analistas prevén que la población se estabilice en todos los continentes, a excepción de África, para 2050. Si se incluye a África, la población se estabilizará en 2100. En ese año se prevé que el mundo tenga una población de 11.200 millones de personas, 3.600 millones más que en la actualidad.
De Silva y Tenreyro señalan que la urbanización, la mejora en la educación, el aumento de la participación de la mujer en el mercado laboral, y la reducción de la tasa de mortandad infantil han contribuido a la reducción de la tasa de fertilidad. Junto a estas políticas, las autoras concluyen que las políticas de control de la población han contribuido de forma sustancial a la reducción de la tasa de fertilidad. Entre ellas, las políticas de mayor éxito han sido las que se han enfocado en construir una preferencia social por las familias con menos hijos.
Muchos lectores estarán pensando que en nuestro entorno el problema no es tanto el crecimiento de la población, sino su envejecimiento. Sin embargo, no debemos olvidar que compartimos un planeta. Desde esa perspectiva, la reducción del crecimiento de la población es una buena noticia, ya que mientras los recursos sean finitos, un crecimiento descontrolado de la población genera una presión excesiva sobre los mismos, provocando conflictos sociales.