En primer lugar, quisiera comenzar este primer post del año deseando a todos nuestros lectores un Feliz y próspero 2021, dejando atrás las zozobras que nos trajo el pasado año 2020, y que sin duda alguna quedará para la historia. Y como se suele decir que hay que comenzar el año pidiendo un deseo, con este post quiero compartir el mío.
Uno de los daños colaterales de la pandemia es que no se pueden organizar eventos de carácter social para compartir conocimiento. Para poder paliar esta necesidad, se están organizando una ingente cantidad de seminarios, webinars y debates online, en los que personas de referencia ofrecen sus conocimientos acerca de temáticas muy diversas. Son tantos los seminarios que se están ofreciendo, que si uno quisiera, se podría pasar el día escuchando divulgación científica.
El pasado 19 de noviembre tuve el placer de poder escuchar a Humberto Bustince en un encuentro en el que hablaba acerca del potencial económico de la transformación digital. Humberto Bustince es Catedrático de Computación e Inteligencia Artificial en la Universidad Pública de Navarra, y miembro de la Academia Vasca de las Ciencias, Artes y Letras (Jakiunde). Además de apuntar los avances que va a traer la inteligencia artificial a múltiples ámbitos de la sociedad en los próximos años, Bustince también apuntó cuales pueden ser algunas de las consecuencias que se pueden derivar de una mayor robotización, como la deslocalización, la emergencia y desaparición de algunos tipos de empleo, el tipo de educación que se demandará, el potencial económico que va a representar el creciente tiempo que vamos a disponer para disfrutar del ocio, la posibilidad que ello va a ofrecer para poder cuidar de nuestros mayores, el potencial de la telemedicina y la medicina personalizada, el potencial de poder volver a las zonas vacías con su consiguiente resurgimiento (siempre y cuando haya el acceso a Internet adecuado), el acceso de todos a todo en todo el mundo y en tiempo real, y la creciente velocidad a la que van a ocurrir los cambios, con la consiguiente necesidad de adaptación que ello va a exigir a la formulación de políticas públicas, que también deberán ofrecer respuestas rápidas. Fue realmente interesante escuchar sus reflexiones, y es que sí, estos seminarios pueden resultar ciertamente gratificantes.
Debido a este creciente ritmo de cambio, Bustince apuntaba que para poder ofrecer las competencias necesarias para poder garantizar una adaptación rápida a dichas condiciones cambiantes del entorno, las universidades también nos vamos a enfrentar a un cambio sustancial, ya que lo que se va a esperar es que seamos capaces de formar a personas con una elevada capacidad de respuesta y de multidisciplinariedad, de prospectiva tecnológica, etc. En este sentido, reflexionaba que todas las carreras, desde medicina a arquitectura, deberían tener una formación mínima en ética y filosofía, en programación informática, en derecho y en actitudes innovadores y emprendedoras, ya que van a ser estas competencias transversales las que van a permitir orientar los proyectos a aquellas direcciones que se demanden en cada momento.
Ahora que estamos a las puertas de que comience la vacunación masiva, la siguiente reflexión puede parecer ciertamente oportunista, pero en muchas ocasiones, antes incluso que emergiera la pandemia, he solido pensar que las universidades son como las vacunas. Están ahí para ponerte la ‘inyección’ que necesitas para que tu cuerpo sepa responder en el futuro ante ‘el virus’, que no es sino inculcar una calidad adaptativa para que seas capaz de responder a los retos que depare tu vida profesional. Si tenéis dudas, les podéis preguntar a los alumnos de doctorado, que el primer día de clase les suelo decir que les voy a tratar de inocular el virus de la investigación. Sin embargo, como nuestros lectores ya conocerán a estas alturas del partido, la eficacia de toda vacuna también depende de un factor colectivo. Y es que las universidades pueden contribuir al progreso económico y social, pero no pueden lograrlo por sí mismas. Las universidades formamos parte de un ecosistema que está en constante evolución, y en la que las actividades que desempeñan unas organizaciones (p.e. las universidades forman en determinadas competencias), deben ser acompañadas por las actividades ejecutadas o las demandas y necesidades de otras organizaciones (p.e. las empresas y la administraciones públicas demandan profesionales con dichas competencias).
En este sentido, resulta interesante analizar cuáles son los principales ecosistemas de innovación y emprendimiento a nivel global. 2thinknow es una agencia dedicada al análisis de datos fundada en Melbourne (Australia), y que desde 2007 viene realizando un ranking de las ciudades más innovadoras y con mayor nivel de bienestar. Si atendemos a los resultados para el año 2019, podemos observar que las 10 primeras posiciones están ocupadas por: Nueva York, Tokio, Londres, Los Ángeles, Singapur, París, Chicago, Boston, San Francisco y Toronto. Si nos fijamos en las 10 primeras ciudades europeas, éstas serían: París, Berlín, Barcelona, Viena, Múnich, Madrid, Milán, Amsterdam, Estocolmo y Oslo. Bilbao, única ciudad vasca representada en dicho ranking, ocuparía el puesto 141 a nivel mundial y el 39 a escala europea. Naturalmente, todas ellas cuentan con universidades de primer nivel, por lo que si hiciésemos una relación entre la posición en este ranking y la posición relativa que ocupan las (en ocasiones numerosas) universidades que se ubican en dichas ciudades, la correspondencia seguro que sería total.
No queda duda de que si queremos ser competitivos, además de hacer las cosas bien y con un ojo puesto en el futuro de manera permanente, debemos llegar a ser visibles, de forma que empresas, universidades, y políticos de todo el mundo conozcan lo que está ocurriendo aquí, para que en lugar de querer llevarse a nuestro mejor talento, estén interesados en traer el suyo propio, para formarse y para cooperar con nosotros. De todos depende que así sea. ¿Me ayudas a que mi deseo se haga realidad?
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