La inversión pública, esto es, el gasto realizado en infraestructuras tales como carreteras, telecomunicaciones, etc., es una variable importante para el desarrollo económico de un país. Desde hace muchos años se sabe del impacto positivo de la inversión pública sobre el crecimiento económico. Sin embargo, el impacto de la inversión pública sobre la desigualdad ha recibido una atención menor. En un trabajo reciente, junto al Professor Steve Turnovsky, de la Universidad de Washington (en Seattle, Estados Unidos) hemos analizado cómo la inversión pública puede influir sobre la desigualdad. El paper acaba de ser publicado en la conocida revista del ámbito de la economía internacional Review Of World Economics (pincha aquí).
La literatura económica obtiene resultados dispares en función del tipo de modelo analítico de crecimiento económico utilizado. El modelo de crecimiento neoclásico (modelo de Solow, en honor al premio Nobel de 1986), donde el capital está sujeto a rendimiento decrecientes (más capital supone más producción, pero cada vez menos) sugiere que una inversión pública tiende a reducir la desigualdad. Por el contrario, el modelo de crecimiento endógeno (más capital supone más producción, pero sin que sea cada vez menos) sugiere lo contrario. Los detalles técnicos son numerosos, pero la intuición básica se basa en que la inversión pública influye sobre la distribución de la renta a través de una mayor productividad. En efecto, en el modelo neoclásico, cuando se acumula capital, dado sus rendimientos marginales decrecientes, favorece las rentas del trabajo sobre las rentas del capital, por lo que, teniendo en cuenta que los más ricos poseen más capital, la desigualdad de la renta tiende a disminuir. Por el contrario, el mayor nivel de inversión pública que va aparejado en el modelo de crecimiento endógeno sostiene la productividad del capital privado y, por tanto, tiende a favorecer más a los más ricos y aumenta la desigualdad.
En el trabajo encontramos que un aumento en un 1 punto porcentual en la inversión pública (que es un aumento grande; actualmente en España se sitúa por encima del 2% respecto al PIB, cuando muchos años se ha situado en torno al 4-5%) reduciría el índice Gini en 1 punto porcentual en el corto plazo y en 1,6 puntos porcentuales en el largo plazo, aproximadamente (el índice de Gini se mueve entre 0 de igualdad total a 100 de desigualdad total). En el caso de los países en vías de desarrollo la desigualdad parece aumentar en torno a 0,06 y 0,09 puntos porcentuales, lo que es un efecto (en sentido contrario) muy reducido. La diferencia entre los países más y menos avanzados podría estar relacionado con que el capital no es tan abundante en los países menos avanzados, con lo que su rentabilidad sería más alta, en contraste con las economías más avanzadas. También, observamos que una mayor inversión pública estaría asociada con una mayor participación de la renta para los quintiles 1 a 4 de renta y menor para el quintil 5 de renta (1=quintil más pobre; 5=quintil más rico).
En los últimos años se observa un descenso de la inversión pública en la mayor parte de los países desarrollados especialmente. Teniendo en cuenta su impacto sobre la desigualdad, conviene prestar una especial atención para que no decaiga. Las dos crisis recientes no han ayudado a mantener la inversión pública.
A ver si los Fondo Europeos, bien empleados, pueden servir …