La crisis energética en la que estamos inmersos está teniendo enormes implicaciones en el precio de la electricidad, el gas y múltiples materias primas. Como todos nuestros lectores saben a estas alturas, son varias las medidas que están adoptando los gobiernos europeos para reducir la demanda de energía, y con ello nuestra dependencia energética. Sin embargo, hay una serie de actividades que hacemos todos y cada uno de nosotros y, que a pesar de que parecieran insignificantes, tienen un impacto directo sobre nuestro consumo de energía, y que generan a su vez un enorme impacto medioambiental.
Y es que los clics que hacemos cuando navegamos por Internet, los mensajes de WhatsApp que nos enviamos, los tweets que publicamos, las fotos que subimos a Instagram, los mails que remitimos, las videollamadas que hacemos o las series que vemos en plataformas digitales tienen un impacto directo sobre el consumo energético, el cual trae asociadas unas emisiones de gases de efecto invernadero. Por ejemplo, enviar 30 mails equivale a 222 W de energía. Tal y como señalan algunos estudios, las TICs suponen el 7% de toda la electricidad que se consume en el mundo. Pero, y ¿qué hay de las emisiones que generamos?
De acuerdo a las estimaciones realizadas, enviar un WhatsApp emite 0,2 gramos de CO2, buscar información en un buscador 0.2 gramos de CO2, un email 4 gramos de CO2 (i.e. 20 WhatsApps equivalen a 1 mail), un email con muchas imágenes 50 gramos de CO2, y una hora de videollamada 1.000 gramos de CO2. Para poder obtener una medida relativa, se estima que enviar 65 emails equivale a un kilómetro recorrido en coche (i.e. lo mismo que 1300 WhatsApps), y ver media hora de serie en una plataforma de streaming equivale a recorrer 6 km en coche. De hecho, según la web www.ecologiaymedia.info, la visualización de vídeos en Internet generó más de 300 toneladas de CO2, lo cual es equivalente a las emisiones generadas por el sector de la aviación. Hagan ahora cálculos de la cantidad de WhatsApps e emails que envían al día, y de la cantidad de horas que pasan viendo series o vídeos en Internet, y estimen cuál es la huella de carbono que generamos cada uno de nosotros diariamente.
A lo anterior hay que añadir los millones de emails que se envían en forma de SPAM (email no solicitado). Se estima que diariamente se envían unos 100.000 millones de emails, siendo el 85% de ellos spam. Por ello, poner coto a estos envíos masivos debe ser una prioridad para poder reducir nuestro consumo energético, y con ello, nuestro impacto medioambiental.
Los documentos que almacenamos en la nube tampoco son neutrales, ni energética, ni medioambientalmente. La nube existe físicamente, a pesar de que no la veamos, pero tiene forma de centros de datos, que se cuentan por millones, trabajan 24 horas al día, todos los días del año, y consumen enormes cantidades de agua y energía para funcionar y refrigerarse. El volumen de datos que manejamos y generamos diariamente, en la mayor de las ocasiones de manera innecesaria (i.e. esos mensajes de WhatsApp que no aportan nada, o esos mails de confirmación indicando “recibido”, “ok” o “gracias”), es tan inmenso que merece una reflexión, tanto individual como colectiva.
Hay pasos simples que todos podemos tomar para reducir nuestras emisiones:
Moraleja: “¿Y por qué miras la paja que está en el ojo de tu hermano, y no echas de ver la viga que está en tu propio ojo?” (Mateo 7: 3).
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