Como es bien sabido, las grandes empresas tecnológicas maximizan el valor para sus accionistas empleando para ello algoritmos que buscan maximizar la participación (i.e., engagement) de los usuarios. Y los algoritmos ejecutan muy bien su propósito. Como ya escribimos en un post previo, los jóvenes estadounidenses de 17 años pasan 5,8 horas al día en las redes sociales.
En la última demanda judicial interpuesta en Estados Unidos contra Meta, 41 estados alegan que dos de sus productos (Instagram y Facebook) no solo son adictivos, sino que resultan perjudiciales para el bienestar. En ella, se acusa a Meta de ‘explotar’ a los jóvenes usuarios con fines lucrativos, mostrando contenidos nocivos que los mantienen pegados a sus pantallas para maximizar el beneficio empresarial. Una forma de conseguir dicho engagement es mostrar contenidos perniciosos, y en ocasiones al borde de la ilegalidad, y transformar el tiempo en la plataforma en una actividad compulsiva, con funciones como el scroll infinito, notificaciones y alertas incesantes y contenidos adictivos ‘recomendados’ (muchas de estas mismas técnicas son utilizadas por la industria del juego).
Los avances en inteligencia artificial potencian aún más estas recomendaciones algorítmicas por lo que urgen nuevas estructuras de gobernanza para evitar estos efectos no deseados de las redes sociales. En un reciente artículo, Ilan Strauss y Mariana Mazzucato proponen algunas medidas que se podrían tener en cuenta:
Una de las razones que se aducen para explicar el efecto nocivo de las redes sociales es que con ellas es mucho más fácil compararnos con los demás y si esta comparación nos es desfavorable, podemos perder autoestima y aumentar nuestra ansiedad. Las medidas que proponen Strauss y Mazzucato no atajan este mecanismo, sino que buscan identificar posibles áreas de intervención para tratar de paliar parcialmente dichos efectos negativos. Sin embargo, como reflejan Mazzucato y Strauss, la próxima generación de productos basados en IA requiere establecer con antelación una supervisión algorítmica adecuada para evitar los errores del pasado. Y es que los algoritmos impulsados por IA influirán no solo en lo que consumimos, sino también en cómo producimos y creamos. Y no solo en lo que elegimos, sino también en lo que pensamos.
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