Durante varios meses nos hemos encontrado en una etapa en la que se debería haber aspirado a la formación de un gobierno entre los partidos políticos que participaron en las elecciones generales del pasado 28 de abril. Sin embargo, como nuestros lectores bien conocen, la posibilidad de que se repitan los comicios gana enteros, al no haberse logrado alcanzar dicho objetivo, lo que está generando cierto hastío y cansancio en la sociedad, debido a la re edición de este escenario en el que “ni unos ni otros” son capaces de formar gobierno. Como decía Iñaki Gabilondo en una reciente entrevista, pareciera que estuviéramos subidos en una noria, en la que estamos dando vueltas de manera continua, pero siempre seguimos en el mismo punto, eso sí, con la diferencia de que cada vez estamos más mareados por la situación generada. Esto está haciendo que en numerosos foros se critique a la clase política, poniendo en tela de juicio sus competencias, y sobre todo sus intereses y motivaciones para introducirse en el mundo de la política con mayúsculas.
Pero, ¿puede una democracia atraer a líderes competentes? Son varios los ejemplos, en todo el mundo, que evidencian cómo líderes visiblemente ineptos son elegidos como representantes políticos. Una de las razones para que se produzca este efecto es que la política no ofrece incentivos para que personas competentes ejerzan dicha función, debido al elevado coste de oportunidad que ello supone, sobre todo en términos de ingresos.
Para dar respuesta a la pregunta anterior, un artículo publicado en la revista Quarterly Journal of Economics analiza los patrones de selección entre el universo de políticos municipales y nacionales en Suecia, considerando no sólo sus rasgos competenciales, sino también sus antecedentes sociales. En concreto, en el artículo se compara la distribución de los siguientes ítems entre la clase política y el conjunto de la sociedad: capacidad de liderazgo (medido en una escala de 1 a 9), nivel de inteligencia (medido en una escala de 1 a 9), renta (medido en base a la media de cada grupo social y las desviaciones típicas), y nivel educativo (medido en una escala de 1 a 7).
Suecia tiene tres niveles administrativos. Cada cuatro años se celebran elecciones para sus 290 municipios, 20 condados (equivalentes a nuestras provincias) y para el conjunto de la nación. Todas las elecciones tienen lugar el mismo día, con una participación de entre el 80 y el 90 por ciento del censo. Los resultados del artículo se limitan a los niveles municipal y nacional.
La siguiente figura muestra las diferencias en las distribuciones de la población general (columna blanca), y tres categorías de políticos municipales, nominados pero no elegidos, elegidos, y alcaldes y parlamentarios. Tal y como se puede observar, las puntuaciones de liderazgo de los nominados se parecen bastante a los de la población. Para los políticos elegidos, existe un claro sesgo hacia la derecha, siendo dicho sesgo mayor para alcaldes y parlamentarios, lo que viene a denotar que alcaldes y parlamentarios tienen una mayor capacidad de liderazgo que el conjunto de la población. Algo parecido se puede observar también para el nivel de inteligencia. Los políticos suecos obtienen una puntuación más alta que el ciudadano sueco promedio, especialmente cuando son seleccionados para cargos municipales y para el parlamento nacional.
Para el caso del nivel de ingresos se sigue observando una fuerte selección positiva entre la clase política y el conjunto de la sociedad. Finalmente, La distribución del nivel educativo muestra cómo los políticos están sub-representados en los niveles inferiores y sobrerrepresentados en niveles superiores, lo que viene a evidenciar que los políticos “incompetentes” son menos comunes a medida que las posiciones de responsabilidad se vuelven más importantes. Como se evidencia en el artículo, los políticos nominados tienen (de media) un año más de educación que el sueco promedio, mientras que los políticos y alcaldes electos tienen aproximadamente un año y medio adicional, y los parlamentarios tienen casi tres años de educación por encima del promedio de la población. Además de ello, los partidos políticos parecen tener una clara tendencia a promocionar a las personas más competentes a rangos más altos, independientemente de su clase social.
La conclusión clave de este análisis muestra un fuerte patrón de selección positiva en la política sueca, que se vuelve más positiva en los rangos políticos más altos. El artículo muestra cómo la política sueca es capaz de ofrecer incentivos que permiten atraer a personas competentes que no están restringidas exclusivamente a las élites sociales y económicas del país, como ocurre en otras muchas democracias. En efecto, una de las características de la política sueca es la alta tasa de profesionales independientes que optan por aceptar y asumir un cargo político con una misión clara durante un ejercicio político (4 años), y que al terminar el mismo, deciden volver a sus quehaceres profesionales.
Esto va en contra del argumento de que las personas más competentes tienen menos incentivos de ingresar en el mundo político debido a existencia de mayores costos de oportunidad. Naturalmente, el hecho de contar con personas competentes que ejercen su cargo de manera autónoma e independiente no garantiza que el hecho de formar gobierno sea una tarea baladí. De hecho, los resultados que emanaron de las elecciones generales que se produjeron en Suecia en el año 2018 conllevaron que al igual que en España, el tiempo que se necesitó para formar gobierno fuese más que considerable.
Las características mencionadas arriba sirven para caracterizar a la clase política sueca, por lo que, a falta de resultados que corroboren o contradigan los resultados anteriores, éstos no deberían generalizarse para el conjunto de la clase política española. Cierto es que el nivel de competencia existente en el parlamento no garantiza el éxito ni adecuación de las políticas que se adopten desde el mismo. Alguien podría preguntarse, ¿“competentes en qué”? Son muchos los casos en los que personas con una reconocida carrera profesional son nombradas responsables de ciertos departamentos o ministerios que distan mucho de su área de conocimiento y/o de experiencia. Sin embargo, la evidencia nos muestra que la correlación entre ambas es más que considerable.
En cualquier caso, parece que para que nuestra democracia esté tan consolidada como la sueca, nos queda un largo camino por recorrer.
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