Asier Minondo
El rechazo a los judíos es un sentimiento que muchos pueblos han compartido a lo largo de la historia. En el País Vasco no hemos sido ajenos a este rechazo. Por ejemplo, como explica Isabel Mellén, durante la época medieval los judíos que residían en Álava debían vestir prendas que les identificasen como tales, y se les impedía trabajar en ciertos días o lugares.
Los académicos han debatido extensamente sobre las razones religiosas, culturales, y políticas del antisemitismo. Sin embargo, son pocos los estudios que han abordado las motivaciones económicas del mismo. Un trabajo publicado recientemente en American Economic Review, escrito por Sascha Becker y Luigi Pascali, profesores de la Universidad de Warwick y Pompeu Fabra, respectivamente, arroja nueva luz sobre esta cuestión.
La argumentación teórica del trabajo se basa en un modelo desarrollado por Saumitra Jha. Según este autor, si dos etnias que habitan en el mismo espacio realizan actividades económicas diferentes, éstas no compiten entre sí, lo que reduce las tensiones entre las mismas. En cambio, si las etnias realizan actividades similares habrá competencia entre las mismas, lo que genera una mayor tensión. Para probar la validez de este modelo, Becker y Pascali analizan el sentimiento antisemita en las ciudades alemanas antes y después de la Reforma Protestante de 1517.
La religión católica consideraba que cobrar intereses sobre los préstamos era inmoral. Por ello, desde la Alta Edad Media los católicos tenían prohibido prestar dinero con intereses. En cambio, sí se permitía a los judíos realizar esta actividad. Por ello, muchos judíos se dedicaban a la actividad financiera, y existía una clara división de actividades entre judíos y católicos. La Reforma Protestante provocó que esta división se fuera diluyendo. Los teólogos del protestantismo, especialmente Calvino, no veían con malos ojos que se cobrase intereses a los préstamos. Al desaparecer la prohibición, los cristianos de las regiones que adoptaron el protestantismo comenzaron a prestar dinero y competir con los judíos.
Becker y Pascali analizan si este aumento de la competencia provocó un aumento del antisemitismo. Estos autores concluyen que en las ciudades alemanas que adoptaron el protestantismo aumentó el sentimiento antisemita mucho más que en las ciudades alemanas que siguieron siendo católicas y, por tanto, donde todavía existía una clara división de actividades entre judíos y cristianos. El aumento del antisemitismo se produjo especialmente en aquellas ciudades protestantes alemanas más especializadas en el comercio, en las que la actividad financiera podía ser más rentable.
El estudio de Becker y Pascali muestra que las tensiones entre grupos sociales diferentes aumentan cuando compiten en las mismas actividades. Este argumento no está alejado del eslogan “nos están quitando el trabajo” que utilizan las personas que están en contra de la inmigración. Ante este eslogan, es pertinente recordar que los estudios concluyen que la mayoría de los inmigrantes no compiten en las actividades que realizan los locales. De hecho, algunas de las labores que realizan los inmigrantes, como el cuidado de ancianos, permiten que los locales permanezcan o se incorporen al mercado de trabajo.