Sólo utilizas el 10% de tu capacidad cerebral. Comer zanahorias mejora tu vista. La vitamina C cura el resfriado. Los esquimales tienen 50 palabras para la nieve. Todos hemos escuchado en alguna ocasión alguna de este tipo de afirmaciones, y es que la repetición de una idea tiende a otorgarle legitimidad, a pesar de que sea falsa. Esto es lo que se conoce normalmente como el ‘efecto ilusorio de la verdad’ (the truth effect). Este efecto tiende a fortalecerse cuando la afirmación está hecha por personas a las que se les confiere cierta autoridad moral o intelectual. De hecho, desempeña un papel importante en varias actividades. Durante las campañas electorales, por ejemplo, la información falsa sobre un candidato puede hacer que el público la crea y modifique el sentido de su voto (os suena, ¿no?). Cuando la publicidad repite afirmaciones infundadas sobre un producto esto también puede aumentar las ventas, ya que potenciales consumidores pueden pensar que la fuente donde escucharon dicha afirmación es objetiva, y por tanto, pueden dejar de comprar un producto para comprar el de la competencia.
Consideremos ahora la siguiente afirmación: debemos apoyar el emprendimiento porque las empresas emprendedoras (start-ups) generan empleo. De manera creciente, la clase política ha presentado el emprendimiento y las empresas emprendedoras como motor del crecimiento económico, en gran parte, porque se acepta que las nuevas empresas crean empleos, sobre todo si se trata de empresas con un elevado contenido tecnológico. Pero, ¿es cierta esta afirmación, o nos encontramos ante otro efecto ilusorio?
En primer lugar, convendría aclarar lo que se entiende por start-ups. La palabra start-up se ha popularizado enormemente en los últimos años como consecuencia (entre otras cosas) de series de televisión como Silicon Valley o Shark Tank por mencionar algunas. Pero sin embargo, cada uno de nosotros queremos decir cosas radicalmente diferentes cuando usamos el término. Por ejemplo, para los investigadores las start-ups son empresas recién registradas, y que en la mayoría de las ocasiones sólo cuentan con un empleado (generalmente el fundador). Sin embargo, cuando de manera genérica se habla de start-ups, la mayor parte de la sociedad (p.e. mis alumnos) piensan en empresas como Facebook, Twitter, Snapchat, King, etc. Cuando esto ocurre, suelo recordar que atendiendo a los resultados de un reciente informe del Foro Económico Mundial, los países con la mayor cantidad de emprendedores son: Uganda (donde un notable 28,1% de la población ha constituido una empresa), Tailandia, Brasil y Camerún. Por otro lado, los fondos de inversión consideran start-ups a aquellas empresas diseñadas para crecer rápidamente, mientras que para otros se trata de organizaciones temporales diseñada para buscar un modelo de negocio repetible y escalable, o incluso de una pasión.
En segundo lugar, deberíamos evitar lo que se llama el ‘sesgo de supervivencia’ (survivor bias). Dado que la mayor parte de las empresas de nueva creación no sobreviven a sus primeros años de andadura, aquellas que sí lo hacen deberían ser consideradas como valores atípicos o excepciones. Sin embargo, éstas distorsionan drásticamente nuestras opiniones. Por lo tanto, podemos afirmar que efectivamente las empresas de nueva creación crean empleos, siempre que ignoremos a la gran mayoría que no lo hacen.
En tercer lugar, deberíamos ser conscientes de que no todas las empresas son iguales, y por lo tanto, no todos los nuevos puestos de trabajo generados por start-ups serán iguales. Generalmente, los puestos de trabajo generados por start-ups conllevan un menor salario que aquellos puestos equivalentes en empresas ya existentes. Un reciente estudio ha concluido que, en promedio, una start-up sólo alcanza los $180.000 en ingresos después de su sexto año, lo suficiente para pagar los salarios. Por tanto, conviene tener en cuenta que incluso los emprendedores de éxito (aquellos que logran sobrevivir) trabajan por un salario bajo o nulo durante meses o incluso años. Todos aquellos que tenemos a emprendedores en nuestro círculo más cercano podemos dar buena fe de esto último.
No hay duda de que algunas start-ups (un porcentaje muy pequeño) generan empleo, pero no podemos afirmar que ésta sea la norma. Por tanto, si los líderes empresariales y los responsables políticos verdaderamente quieren estimular el emprendimiento, no estaría de más que comprendiesen lo que hay detrás del mismo, sus connotaciones, sus necesidades, y sus consecuencias, en lugar de tratar de confundir a la sociedad con efectos ilusorios que no ayudan a fomentar ni el empleo, ni el bienestar ni el crecimiento.
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