Antes de irnos de Navidad, un amigo muy cercano me decía que iba a dejar su trabajo porque “no aguantaba más”. Las personas que estaban alrededor suyo no compartían su filosofía de trabajo en equipo (calidad frente a fecha de entrega), lo que hacía que los proyectos que desarrollaban no llegaran a buen puerto, con las consiguientes quejas por parte de los clientes (que en ocasiones se negaban a pagar), y cuando ponía estos temas encima de la mesa en las reuniones semanales que mantenía con sus equipos de proyecto, no se sentía apoyado por sus jefes directos. Por las mismas fechas, una amiga muy cercana compartía esta misma reflexión, pero con un matiz, estaba de baja laboral por depresión y bullying, ya que su jefa directa le hacía “la vida imposible”.
A pesar de que el lector pueda pensar que se trata de dos tema puntuales, y que mis amigos han tenido mala suerte, este hecho parece consolidarse a escala global. Si atendemos a las estadísticas que ofrece el U.S. Bureau of Labor Statistics para los Estados Unidos, entre abril y septiembre de 2021, más de 24 millones de empleados estadounidenses dejaron sus puestos de trabajo, un récord histórico. A este fenómeno, masivo, por el cual las personas con elevada formación deciden renunciar voluntariamente a sus puestos de trabajo, se le ha pasado a denominar como la “gran desidia” o la “gran renuncia”.
Para comprender mejor las fuentes de esta gran desidia, un artículo reciente ha analizado los perfiles de 34 millones de trabajadores estadounidenses entre abril y septiembre de 2021, para identificar a aquellos que decidieron dejar a su empleador por cualquier motivo (incluyendo el de renunciar al mismo, el ser despedido, o jubilarse entre otros). Sus resultados revelan que a pesar de que las tasas de deserción son altas en promedio, no son uniformes en todos los sectores. Por ejemplo, los minoristas de ropa (19%) y las consultorías (16%), en promedio, perdieron tres veces más empleados que las aerolíneas (5%), los fabricantes de dispositivos médicos (6%) o las personas encargadas del cuidado de la salud en el hogar (6%).
El sector de ejecución explica parte de la variación en las tasas de deserción, pero no toda, ya que se observan diferencias significativas incluso dentro del mismo sector. Por ejemplo, los trabajadores de Hertz (13.2%) mostraron 5 veces más probabilidades de dejar dicha empresa que los de Enterprise Rent-a-Car (2.9%), los de Spacex (21.2%) 3 veces más que los de Boeing (6.2%), y los de Netflix (14.2%) más del doble que los de Warner Bros (6.2%).
Además del sector al que pertenecen las empresas cuyos trabajadores deciden renunciar a su puesto de trabajo, los autores del estudio también analizaron el texto libre de más de 1,4 millones de reseñas en Glassdoor, una plataforma web donde los empleados pueden opinar de forma anónima sobre las condiciones laborales en sus empresas. A pesar de que al hablar de empleo, parezca natural pensar que uno de los principales motivos para la deserción es la insatisfacción con los salarios, dicho factor ocupa el puesto 16 entre todos los temas identificados por el estudio. Las variables que mejor sirven para predecir la renuncia al trabajo son la cultura corporativa (10.4 veces más importante que el salario), la inseguridad en el puesto de trabajo (3.5 veces más importante que el salario), los niveles de innovación existentes (3.2 veces), o la falta de reconocimiento por el desempeño profesional (2.9 veces).
Me pareció llamativo el hecho de que el estudio mencionara la existencia de una cultura tóxica como la principal variable que explica la deserción laboral, ya que reflejaba a la perfección los sentimientos de mis dos amigos. Los resultados del artículo también reflejan que los principales factores que contribuyen a una cultura tóxica incluyen: la falta de promoción de la diversidad, la equidad y la inclusión; las faltas de respeto hacia los trabajadores; y la existencia de un comportamiento poco ético.
Aprovechando que uno de los principales grupos de comunicación ha lanzado recientemente una campaña para visibilizar la importancia de la salud mental, no estaría de más que nos tomáramos igual de en serio esta “gran desidia” que acecha de manera alarmante a nuestro entorno productivo. El progreso económico sólo vendrá mano del progreso social, y para ello resulta trascendental comprender y abordar los problemas derivados de culturas empresariales tóxicas que hacen que los empleados desconecten “y se vayan”.
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