Supongamos que os planteo el siguiente juego:
“Echamos una moneda al aire. Si sale cara (yo sigo pensando en duros) te doy 130 euros. Si sale cruz tú me das 100 euros.” Muchos pensaran “este del blog es un poco tonto”, ya que la ganancia esperada para el que acepta el juego (probabilidad de ganar (0,5) * ganancia (130 euros) – probabilidad de perder (0,5) * pérdida (100 euros) = 15 euros) es positiva.
Sin embargo, no creo que muchos de vosotros participaseis en este juego. ¿Por qué? Porque a la mayoría de nosotros no nos gusta el riesgo; o, como decimos en economía, tenemos aversión al riesgo.
Dejadme que os plantee el juego de otra forma. ¿Cuál debería ser la relación entre lo que ganas y lo que pierdes para que participes en el juego? ¿Si pudieses ganar 200 euros y solamente perder 100 euros participarías? ¿Si pudieses ganar 250 euros y solamente perder 100 euros participarías? Daniel Kahneman, Premio Nobel de Economía en el año 2002 de cuyo libro Pensar rápido, pensar despacio he extraído estos ejemplos, nos dice que la mayoría de nosotros solamente participaríamos en el juego si la ratio ganancias/pérdidas estuviese entre 1,5 y 2,5. Estas ratios subrayan que no nos gusta nada el riesgo. Pero, ¿por qué? Porque está grabado en nuestros genes. Y tiene mucho sentido, ya que las especies que valoran más las pérdidas que las ganancias tienen una mayor probabilidad de subsistir y reproducirse.
¿Cómo podemos aplicar la aversión al riesgo a nuestro día a día? Seguro que alguna vez, como padres o como hijos, hemos participado en este trato: “Si te esfuerzas estudiando y sacas buenas notas, te vamos a regalar la Play…”. Pues bien, si aplicamos lo aprendido sobre la aversión al riesgo lo que deberíamos decirles como padres sería lo siguiente: “Te vamos a comprar la Play…. Pero como no te esfuerces y no saques buenas notas, te la quitaremos”. Como el sufrimiento de perder es mayor que la satisfacción de ganar, es más probable que mejoren las notas con la segunda propuesta que con la primera. Eso sí, hay que tener credibilidad con la amenaza.
John List, profesor de economía de la Universidad de Chicago, ha analizado si en la realidad se cumple esta propuesta. En varias escuelas de Chicago separó una clase que tenía que hacer un examen en dos grupos. Al primer grupo les dijo. “Os daré 20$ si mejoráis la calificación obtenida en el anterior examen”. Al otro grupo les dijo: “Tomad 20$ para cada uno. Me los tenéis que devolver si no mejoráis la calificación obtenida en el examen anterior”. ¿Qué grupo pensáis que mejoró más sus resultados con relación al examen anterior? Además de los colegios, John List ha llevado sus experimentos a las empresas. La idea es la misma. ¿Cómo motivamos más a los trabajadores? ¿Dándoles una bonificación si cumplen con los objetivos? o ¿dándoles la bonificación ahora con el acuerdo de que la devuelvan si no cumplen los objetivos? Podéis intuir la respuesta.