Alberto Moyano
Consciente de la enorme contradicción que supone hablar de Arco y la
Pasarela Cibeles en un blog titulado Ocio elevado a cultura –y
viceversa habría que añadir aquí–, comentaré sólo un par de cosas. En
primer lugar, hay que saludar el ojo de los programadores culturales
madrileños, que con una mano cierra la Feria de Arte contemporáneo y
con la otra abre la pasarela de la moda. Vistos los dos eventos desde
aquí a través de la prensa y la tele, la sensación es que podrían
intercambiarse sus mejores creaciones y sólo los muy expertos –no se
sabe muy bien en qué– se percatarían. En esta carrera de 
creadores artísticos y diseñadores por ver quién resulta más epatante y
absurdo exige un progresivo esfuerzo de imaginación. Como la morfina,
el grado de tolerancia del espectador va aumentando con cada dosis y
así, el David Delfín que un día levantó una gran polvareda con aquellos
seudoburkas para mujeres, ahora apenas despierta comentarios con su
nueva colección paramllitar en plan Berlín, 1933. Y en Arco, lo mismo:
al quinto óleo blanco que ves con el título de Señora con gato, ya como
que ni parpadeas. Todo esto es divertido y misterioso. Dice la nueva
directora de Arco que el arte tiene su lado sublime, pero que
finalmente es el mercado el que hace posible todo esto y sin duda, así
debe ser, pero ¿alguien conoce a algún coleccionista de vídeo
instalaciones o performances? ¿Alguien compra y viste los diseños del
tal Delfín?