Alberto Moyano
Lo de Pete Doherty comienza a ser como un reality show de los de 24
horas de seguimiento al personaje. A la detención prácticamente diaria
del personaje, se le suma la fuerte tendencia del cantante a ponerse él
mismo la soga en su cuello. Sabiendo que la persecución policial se ha
convertido en su caso en una novela costumbrista, el hombre se dedica a
viajar en vehículos robados para ponérselo así un poco más fácil.
Hombre, el tema huele a historia de escarmiento y, si puede ser,
redención, y si no, condena. Un guión propio de Madres contra la Droga.
Mientras su ex novia redobla sus contratos y su cuantía, a lomos del
glamour que por lo visto adquirió al protagonizar la snifff-movie, el
tal Doherty se convertirá en la nueva cabeza de turco que ilustrará los
peligros de la droga.
Hay antecedentes. Durante años, el stone Keith Richards fue
durante años el blanco preferido de los agentes en prácticas y con
ganas de destacar. Cachearle era jugar al premio seguro. Doherty ha
tomado una especie de relevo. Ya lo dijo Richards: “No tengo problemas
con las drogas, sino con la Policía”.